La dehesa es un paraje donde ha intervenido la acción humana
en la naturaleza, es decir, es un ecosistema que se ha conservado, a lo largo
de los siglos, muy bien. Si a estos bosques, poblados de encina, alcornoques,
robles… le sumamos el ir y venir de los carboneros, abejarucos, rabilargos… es
el marco ideal para visitar la villa romana de Los Términos, eso sí, muy
temprano, el sol aprieta, en la dehesa.
La provincia de la Lusitania se extiende por Extremadura y la
zona centro-sur de Portugal y fue conformada en tiempos de Augusto. La
expansión que trajo la romanización, a la zona, se evidencia en el
establecimiento de ricas villas, para la explotación agrícola y ganadera, es
decir, se fueron expandiendo las villas, por la zona, para la romanización de
los campos y el medio rural.
A pocos kilómetros, de la población de Monroy, se encuentra
la villa romana de Los Términos, llamada así, por su cercanía a la línea que
separa los términos de Monroy y Talaván. Los primeros hallazgos, se produjeron
en los años setenta, del siglo pasado, gracias a la inquietud de dos historiadores locales, Santiago
García y José María Sierra, que elaboraron la Carta Arqueológica, de la zona. El
profesor Francisco Jordá Cerdá, en esa fecha profesor de la Universidad de
Salamanca, inició los trámites para que se realizasen las primeras excavaciones
y, en 1971, se inició la primera campaña dirigida por D. José Rodríguez
Hernández, también de la Universidad de Salamanca.
En el año 1981, se reanudaron las excavaciones bajo la
dirección de Dr. Enrique Cerrillo Martín de Cáceres, de la Universidad de
Extremadura, las campañas de excavación duraron hasta 1985.
El asentamiento se sitúa sobre dos colinas separadas por el
arroyo Aguzaderas, que la divide en dos partes, una la pars urbana,
sobre la colina sur, y pars rustica, sobre la colina norte, dos zonas
bien diferenciadas. En la colina sur se sitúa la zona residencial (s. IV d. C),
es decir, la zona destinada a las dependencias del señor y su familia y
campesinos y siervos. En este conjunto de viviendas se conservan el comedor (triclinium),
el salón (tablinum), habitaciones (cubícula), la cocina… Esta
zona residencial se distribuía en torno a un patio central (peristilo)
de forma rectangular y varias salas absidales que conservan mosaicos y, que al
día de hoy, han sido expoliados y destruidos, al igual que, capiteles, fustes
de columnas, lápidas; y un patio porticado rodeado de columnas, que sólo se
conservan tres de mármol. A esta zona señorial, se incorporan las termas,
talleres, almacenes y dependencias de los trabajadores y colonos, con unas
estructuras típicas de las viviendas romanas. Se conservan multitud de tégulas,
baldosas de barro y lajas de pizarra, que servían para el pavimento. Los muros
se realizaron a base de bloques de cuarzo blanco y pizarra, materiales muy
abundantes en la zona, unidos con barro o mortero de cal y arena. Las
habitaciones más importantes estaban recubiertas de estuco y, también, se utilizaron ladrillos, tégulas y opus signinum.
La zona norte, se destinaba a las actividades agropecuarias y
artesanales, y alojamiento al personal que trabajaba en la explotación. El personal vivía en habitaciones de mala
calidad constructiva, y escasamente ventiladas y dotadas de un simple hogar,
éste estaba realizado sobre ladrillo y delimitado con lajas de pizarra. En esta
zona, se concentraba la producción del cereal, que constituía la base de la
producción de la villa, de ahí, la importancia de su conservación y almacenaje
del grano. Parte del cereal cosechado se guardaba en una habitación llamada hórreum
o granero, situado en la zona más alta de la colina. Se trata de una estructura
rectangular sobre la que se disponía un pavimento de lajas de pizarras. Éste se
encontraba elevado, con respecto al suelo natural, mediante una cámara de aire.
El edificio constaba de muros de madera y una cubierta de material vegetal; por este motivo se encontraba aislado del resto de talleres, que
utilizaban el fuego. En esta zona también se situaban las cuadras, establos
para los animales y almacén donde se guardaba la lana, debido a las
evidencias de que se han hallado peines de hierro, para cardar la lana, al
igual que los cencerros para las ovejas, fueron realizados en el fogón de la
villa.
La villa de Monroy disfrutaba de una excelente ubicación, ya
que, se encontraba cerca de Norba Caesarina y Emérita Augusta y,
también, estaba muy cerca de la vía de la Plata, que le garantizaba un comercio
e intercambio, con las villas de la zona.
Sin lugar a dudas, una magnífica villa, que hasta la fecha hay muy pocas excavadas, en su integridad, y que se ha conservado bastante bien, a pesar de los todas las adversidades que ha sufrido a lo largo de estos años, pero parece ser que la Junta de Extremadura ha sabido conservar, como viene haciendo, bastante bien su patrimonio;
Referencias:
-Enrique Cerrillo Martín de Cáceres, 1984: La vida rural
romana en Extremadura. Ed. Universidad de Extremadura. Cáceres 1984.
-Enrique Cerrillo Martín de Cáceres et al., 1988: Excavaciones en la villa romana de Monroy (Cáceres). 1981-1985. Extremadura Arqueológica I.
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