martes, 20 de diciembre de 2016

LAS PRIMERAS EVIDENCIAS DE HUESO TRABAJADO / THE FIRST EVIDENCE OF BONE WORKED.

Hasta la fecha siempre se ha asociado la industria ósea junto a evidencias de registros fósiles, procedentes de contextos del  Paleolítico Superior.
Un reciente artículo publicado en la revista Nature, publicado por Andrea Zupancich, nos viene a determinar que en  la cueva de Qesem (Israel), con un registro del Paleolítico Inferior, se han hallado dos herramientas de sílex que presentan restos de material óseo en su filo. Dentro del mismo contexto cultural, pero no en el mismo nivel estratigráfico, se ha registrado un fragmento de tibia perteneciente a un gamo.  Este hueso presenta una serie de incisiones cortas y profundas, conectadas en un mismo punto y además superpuestas, lo que se ha identificado como un aserrado.
La solución que dan los investigadores, ante tales evidencias, es que los homínidos que ocuparon la cueva de Qesem habían transportado piezas seleccionadas de animales cazados; y después de consumir su carne, grasa y tuétano, ocasionalmente utilizaban los huesos de los animales desechados para usos diferentes que no eran los alimentarios.


Según los datos presentados en la revista se cree que tales hechos fueron practicados entre 420.000 y 300.000 años. Y que posiblemente sean las evidencias más antiguas hasta la fecha, relacionada con una fracturación intencional de hueso con fines que no son los alimentarios, utilizando para ello una serie de herramientas de sílex.

Referencia:
A. Zupancich, et al, 2016: Las primeras evidencias del uso de herramientas de piedra en el hueso  trabajado en la cueva Qesem, Israel. SCi.Rep.6, 37686.




domingo, 11 de diciembre de 2016

NUESTRAS PIONERAS EN ARQUEOLOGÍA: María Encarnación Cabré Herreros.

María Encarnación Cabré fue una pionera dentro del mundo de la Arqueología, aunque, podemos decir que se crío entre cerámicas, vasijas, molinos y todo tipo  de registro arqueológico, ya que, era hija del prestigioso arqueólogo Juan Cabré y éste hecho le dio la oportunidad de estar en contacto con excavaciones desde una edad muy temprana, además de un bagaje de conocimiento  que  fue forjando una vocación por esta especialidad.
Corría el año 1911 cuando nació Mª Encarnación, en una época en que el panorama laboral para la mujer era casi inexistente; en esta época las únicas salidas laborales que tenían las mujeres eran el magisterio, archivos y bibliotecas; será ésta última, la que le abrirá las puertas a la mujer para  tener acceso a la Arqueología. Pero Mª Encarnación ya desde pequeña acompañaba a su padre a las excavaciones, era su más estrecha colaboradora, realmente participó en varias campañas que se realizaron en el Castro de Las Cogotas (Cardeñosa, Ávila) y en la necrópolis de La Osera; de hecho, realizaba multitud de dibujos de las piezas recuperadas de una excelente calidad y siempre tomaba notas in situ, en su cuaderno de campo, sobre los trabajos que se realizaban en las excavaciones en el día a día.  Con apenas 18 años ya participó en el IV Congreso Internacional de Arqueología, celebrado en Barcelona, en 1929, que estaba presidido por Mélida y actuaba como secretario Bosch Gimpera, allí presentaría junto a su padre una comunicación sobre la cerámica de Cogotas.
Para ello, estudió Filosofía y Letras, sección Historia, en la Universidad Complutense de Madrid, que finalizó en 1932. Ya antes de terminar la Licenciatura participó en el XV Congreso Internacional de Arqueología y Antropología Prehistórica, que se celebró en Portugal, donde presentó un estudio sobre cerámica peninsular. También sustituyó a su padre en la excavación de Alcalá de Azaila (Teruel), sin haber terminado aún, sus estudios. Cuando finalizó su Licenciatura se matriculó para realizar los cursos de Doctorado, para ello solicitó una beca de la Junta Superior de Ampliación de estudios de Madrid, para poder asistir a cursos en las Universidades de Berlín y Hamburgo, donde llevó a cabo cursos de Prehistoria y Etnografía. En esta época obtuvo una beca para participar en el Crucero del Mediterráneo (para realizar prácticas de arqueología) y a su regreso obtuvo un puesto como profesora ayudante en el departamento de Arte de la Universidad Central.
Viajó por varios países para impartir conferencias y reunir información para su Tesis Doctoral, que no llegó a terminar, entre ellos se encontraba: Marruecos, Alemania, Francia, Austria, Italia, Checoslovaquia y Suiza. Quizás, uno de sus trabajos más reconocidos fue el que realizó en la cueva de los Casares, en Riba de Saelices (Guadalajara), donde llevó a cabo los grabados de arte rupestre paleolíticos, y los dio a conocer tanto en Inglaterra como en Alemania y en Bruselas, en el XVI Congreso Internacional de Antropología.
Su trabajo más meritorio podemos decir que fue el de salvaguardar el patrimonio artístico que teníamos en el Museo Nacional, durante el período de la Guerra Civil Española. Durante este periodo Mª Encarnación se quedó en Madrid con su padre, (que rechazó la propuesta de trasladarse a Valencia cuando estalló ésta), que por aquella fecha era director del Museo Cerralbo. La guerra afectó negativamente en la vida de Encarnación porque tuvo que abandonar su fase investigadora y pública que había llevado hasta ese momento. En 1939 contrajo matrimonio y tuvo ocho hijos. La vida familiar y los acontecimientos políticos que la rodeaban, unidos a la muerte de su padre y la de una de sus hijas, fue mermando poco a poco la vida laboral tan fructífera que había llevado; aunque nunca se separó totalmente de la Arqueología, así, mandaba trabajos a la revista de Guimaraes y a revistas de Prehistoria españolas, así como, a congresos; pero siempre con el objetivo de mantener vivo el nombre de su padre que había fallecido en 1947.
Cuando uno de sus hijos, Juan Antonio, terminó la Licenciatura de Filosofía y Letras, Encarnación volvió poco a poco a retomar sus estudios arqueológicos y colabora con su hijo en dichos trabajos.

Referencias:  

 - Baquenado Beltrán, I., 1993: “Encarnación Cabré Herreros. La primera mujer en la arqueología española”. Revista de Arqueología, 146. 
 
Encarnación sentada junto a una vasija hallada en el Cerro de El Castillo (Cardiñosa, Ávila) 1928. Foto: Ministerio de Cultura. Fototeca del Patrimonio Artístico Archivo J.Cabré.

Encarnación tomando notas de un hallazgo en la necrópolis de La Osera. Foto: Ministerio de Cultura. Fototeca del Patrimonio Artístico Archivo J.Cabré

Encarnación, en la necrópolis del castro de Las Cogotas (Cardiñosa, Ávila) 1927. Foto:Ministerio de Cultura. Fototeca del Patrimonio Artístico Archivo J.Cabré.


domingo, 20 de noviembre de 2016

MUSEO ARQUEOLÓGICO DE GALERA (Granada-Andalucía).

Galera es un pequeño municipio granadino que se localiza en el altiplano Baza-Huéscar. Sin embargo es conocido, tanto a nivel nacional como internacional, por la herencia arqueológica que atesora, que se extiende desde la Prehistoria hasta la Edad Media. 
Los restos de su riqueza arqueológica, le vienen principalmente de los hallazgos en los yacimientos de Castellón Alto y Fuente Amarga; en total, se han recuperado más de 130 sepulturas funerarias, de la Edad del Cobre.
En su término municipal existen más de 45 puntos arqueológicos catalogados, y ha sido uno de los puntos álgidos de la arqueología española a lo largo del s. XIX y principios del XX, donde se han llevado a cabo diferentes intervenciones arqueológicas, de la mano de Juan Cabré, Federico de Motos, Wilhelm Schüle, Manuel Pellicer, Fernando Molina y Oliva Rodríguez-Ariza.
En el año 2001, abrió sus puertas el Museo Arqueológico, que se emplazó en el antiguo convento de monjas de Cristo Rey, y acoge los materiales arqueológicos de casi todos los períodos del desarrollo histórico, de la zona. 
Todas las zonas, que son ricas en registros arqueológicos, corren el riesgo de ser expoliadas, es lo que le ha pasado a Galera. Los habitantes del lugar, cuando labraban sus tierras, les salían auténticas colecciones de material arqueológico y desaparecían. 
Este hecho, fue lo que alentó a las autoridades del lugar, a la creación de un museo, en 1998. Al principio se disponía de poco material, pero poco a poco los habitantes se fueron concienciando del valor de su patrimonio, y empezaron a donar  sus colecciones, de ésta forma se comienza a catalogar y restaurar las piezas donadas. Gracias a esta iniciativa de contar con un museo, se ha conseguido que con los años, Galera pudiera contar con una de las piezas más emblemáticas de todo el museo, y  que fuese depositada allí, y no en el museo provincial, se trata de “La Momia de Galera”,  de la sepultura 121, de Castellón Alto.
Si hacemos un recorrido, por sus salas, vemos que la primera planta está dedicada a la Prehistoria. Se exponen materiales cerámicos, líticos y metálicos  que reflejan los modos de vida de las sociedades de la Edad del Cobre y  del Bronce  (Cultura Argárica).
En la planta baja se encuentra una de las piezas más misteriosas de esta zona y que le ha dado renombre a este pueblo, es la “Diosa de Galera”, que fue descubierta, en 1916, en la necrópolis  de Tútugi. Aparece junto a un ajuar formado por 4 vasijas gemelas de distintos tamaños, dos frascos de vidrio y una copa ática de barniz negro. 
Tiene una datación del s.VII a. de. C. Es una pequeña escultura tallada en alabastro y representa a la diosa Astarté. La deidad aparece sentada junto a dos esfinges y sostiene un gran cuenco en su regazo. El busto es hueco, para verter líquido  tanto por la parte superior de la cabeza, como por los pechos, hasta llegar a la pila. 
La función de esta escultura, todavía no se ha podido determinar, se cree que pudo ser para llevar a cabo algún tipo de ritual, pero aún está por precisar.
El hallazgo, de esta escultura, se extendió por todo el territorio y la pieza fue adquirida por el restaurador de Luis Siret. Años después, Luis Siret, la donó al Museo Arqueológico Nacional, donde permanece actualmente. 
En Galera se conserva una copia. Sería de justicia que la pieza original volviera a su lugar de origen.
En el año 2002, apareció en una de las terrazas del poblado de Castellón Alto una sepultura con restos humanos, parcialmente momificados, pertenecientes a la cultura de El Argar.
Los restos pertenecen a un varón adulto de entre 27 y 29 años, con una estatura de 1,60 m. Sus manos y brazos estaban flexionados sobre el pecho. Se ha conservado casi todo su cuero cabelludo, el pelo era largo y negro, con dos trenzas laterales y una cola central. También se han conservado trozos de tejido del vestido, que era de lino y lana, y cubriendo la cabeza aparecen restos de de un gorro de lana.
Junto al varón se encuentra un niño de 4 años que posiblemente fue sacado de su sepultura original y colocada junto al padre, debido a que los restos no estaban en conexión anatómica en el momento de su extracción.
Para conservar este excelente conjunto momificado, el único que se conserva en España hasta la fecha, se ha fabricado una vitrina especial totalmente hermética, donde el oxigeno se ha sustituido por nitrógeno. Esto impide que en el interior se desarrollen microorganismos o focos de oxidación, que afecten a la conservación de los restos.
El museo también cuenta con una bodega, donde se presenta una colección etnográfica de la elaboración del vino, el cáñamo, esparto…
Decir, que a pesar de tratarse de un museo ubicado en una población pequeña, éste custodia una excelente colección de material arqueológico de la Cultura Argárica, además está muy bien coordinado, desde el mismo museo que empiezas con una visita guiada por el mismo, te proporcionan la visita guiada a los yacimientos de Castellón Alto y  Fuente Amarga.












miércoles, 2 de noviembre de 2016

CANCHO ROANO

En medio de la dehesa extremeña y en pleno corazón de la comarca de La Serena, se encuentra una de las residencias más emblemática y a la vez polémica de la Prehistoria española y que ha sido considerada por el Historicismo Cultural como un palacio-santuario de origen tartésico.
El hallazgo surgió a raíz de un agricultor ilipense (1970), que quería labrar sus tierras y el arado no se lo permitía debido a la concentración de piedras que se daban en ese lugar. Pero gracias a la sensibilidad por el patrimonio histórico y arqueológico, y al rico registro que se iba descubriendo, el maestro del pueblo de Zalamea de la Serena, lo puso en conocimiento de las autoridades.
El hallazgo derivó en manos del profesor Juan Maluquer de Motes (especialista en la cultura tartésica). En aquella época (1978), Maluquer era inspector de excavaciones arqueológicas y decidió llevar a cabo una intervención de urgencia, donde sería el Instituto de Arqueología y Prehistoria de la Universidad de Barcelona la que se haría cargo de los estudios. Tras el fallecimiento del profesor Maluquer, los trabajos fueron continuados por el arqueólogo Sebastián Celestino Pérez.
El yacimiento fue fechado entre los siglos V y VI a. C, está estructurado por un edificio central y   rodeado por una serie de pequeñas habitaciones. Toda la estructura constructiva se encuentra dentro de un foso excavado en la roca. En el edificio se determinan tres etapas constructivas: la primera fase se construyo sobre una cabaña ovalada donde se levanta el primer edificio, de planta cuadrada, y está levantada con muros de adobe sobre una base de mampostería, del s. VI a.C. Sobre esta base se edificó una segunda planta donde se ha llegado a dominar hasta tres altares de adobe, dos de ellos con forma de piel de vaca.  Sobre esta planta, en el s.V se edificó una tercera planta que es lo que le da a éste edificio una personalidad propia.
Todo el edificio en sí fue construido sobre una base sólida de piedras y alzado de adobe, todo el exterior fue enlucido en arcilla roja, así como las habitaciones, mientras que el interior fue tratado con cal blanca. Una de las habitaciones se encuentra enlosada con lajas de pizarras.
En la parte central del edificio se levantó la habitación principal, donde se alzó un gran pilar rectangular que haría las veces de altar. A esta parte central se accede por un patio cuadrado que dispone en el centro de un gran pozo que hoy día se sigue alimentando del agua del río Cagancha.
Pero lo más significativo de todo el palacio, desde el punto de vista de la Arqueozoología, es la gran cantidad de restos óseos de fauna que se han recuperado, gran parte de ella con evidencias de marcas de corte, es decir, animales que fueron consumidos. Entre los animales identificados tenemos vaca, corderos, jabalí, ciervo, cabra, zorro, cerdo y caballo. El caballo es el animal más emblemático del yacimiento, ya que, se encuentra representado en muchas manifestaciones artísticas y rituales. Este animal posiblemente tendría un significado simbólico, ya que no presentaba signos de haber sido supeditado o sometido a trabajos de tracción ni de monta.
Otros objetos recuperados han sido: una rica colección de cerámicas e instrumentos de hierro destinados a las labores agrícolas y al mantenimiento del edificio.  También cuenta con hoces, cuchillos, clavos, pesas, molinos; y ánforas, brazaletes egipcios, cuentas de ámbar, brazaletes, orzas, calderos, copas griegas, sellos de piedra y joyas de oro.
Como se describe al principio, Cancho Roano, es un yacimiento que desde que fue descubierto se ha visto rodeado de multitud de polémicas, por la variedad de hipótesis a las que se ha visto sometido, debido a que se encontraba en una zona, Extremadura, con un gran vacío de investigación y de registros arqueológicos.
La hipótesis que más ha prevalecido a lo largo del tiempo ha sido la de un enclave fenicio, tartésico y su función era la de un palacio-santuario basada en la teoría de Almagro Gorbea, pero según las últimas investigaciones basadas en los registros encontrados en la zona como: el yacimiento de La Mata (Campanario, Badajoz), Turuñuelo (Guareña, Badajoz), y Tamborrico (Villanueva de la Serena, Badajoz) se está viendo que se trata más bien de formaciones económico-sociales del Bronce Final o formaciones con tecnología del hierro que expandieron sus estructuras y sistemas de explotación del medio a sus territorios circundantes, considerando estos grandes edificios como residencias rurales de algún linaje aristocrático. En los alrededores de estas residencias aparecen necrópolis y pequeños poblados que le dan a estos edificios un papel de centro de dominio agrícola; son las formaciones sociales que se van consolidando e introducen nuevos ordenamientos territoriales aristocráticos, basados en la propiedad privada de las tierras agrícolas y ganaderas.
Se puede decir que estas formaciones económicas-sociales locales de época post-orientalizante han recibido conexiones con las culturas tartésica, fenicia y griega dedicadas al comercio que se localizaba en el sur peninsular.
Observaciones: Para las personas que quieran visitar este yacimiento decir que se encuentra a tan sólo 10Km de la población de Zalamea de la Serena (Badajoz). El lugar cuenta con un Centro de Interpretación que acoge objetos encontrados durante las excavaciones, así como, una enorme maqueta. También cuenta con enormes paneles donde se refleja a través de fotografías, los hallazgos registrados en el yacimiento.
Como todo Centro de Interpretación cumple la función de información, divulgación y educación, en definitiva, una excepcional puesta en valor del yacimiento, donde el visitante adquiere una visión global del funcionamiento de este edificio. Decir que todos los trabajos desarrollados en el yacimiento han sido financiados por la Junta de Extremadura y de la Mancomunidad de Municipios de la Serena, y han supuesto un desarrollo económico a los municipios, dando lugar a una expansión turística de la zona.
También decir, para aquellas personas que estén interesadas en conocer toda la trayectoria arqueológica y la bibliografía que se ha generado desde el año 1980 al 2010, la Diputación de Badajoz ha editado la obra: “Cancho Roano: más que palabras. Bibliografía crítica sobre el yacimiento post-orientalizante de Zalamea de la Serena” del arqueólogo Javier Jiménez Ávila. Un excelente trabajo historiográfico de este singular yacimiento.










jueves, 20 de octubre de 2016

ASPHA



El sábado nos reunimos en Cádiz, los miembros de ASPHA (Asociación Profesional del Patrimonio Histórico-Arqueológico de Cádiz), para celebrar nuestra reunión anual. Contamos con la presencia de D. Francisco Giles Pacheco, miembro de Honor de la Asociación.
ASPHA es una asociación profesional que se creó en julio del año 2008, entre sus objetivos principales está la defensa y difusión del Patrimonio Histórico y Arqueológico. La idea surgió a raíz de un grupo de arquolog@s y personas afines a la Arqueología (historiadores, geólogos, restauradores, químicos, etc…) que teníamos una serie de inquietudes por nuestro Patrimonio Histórico-Arqueológico y también viendo las diferentes vicisitudes por la que atravesaba y atraviesa nuestra profesión, decidimos asociarnos para dar solución a los múltiples problemas que nos afectaban.
Se establecieron una serie de cauces de actuación por parte de los miembros, entre ellos,  destacamos lo que fue la elaboración de nuestros estatutos, los fines y objetivos de la asociación, funcionamiento y regulación.
Otra de nuestras líneas de actuación fue darla a conocer a través de la prensa, que se convocó en el mes de diciembre. En ese año actuaban como Presidenta, la arqueóloga Esperanza Mata Almonte y Manuel Montañés Caballero, como Vicepresidente Tesorero. Nuestra compañera, Beatriz González Toraya (in memoriam), lo hacía como secretaria, era la parte más activa de la Asociación, la que siempre nos impulsaba a seguir adelante, siempre estará con nosotr@s.
Gracias a los esfuerzos realizados por los miembros de La Junta Directiva, a lo largo de estos años, hemos visto como nuestra asociación ha ido creciendo y desarrollando múltiples trabajos enfocados a la protección del patrimonio, como así lo demanda la sociedad, no sólo como un recurso educativo y pedagógico, sino también, como un recurso turístico.
Creemos que la arqueología debe de ocupar un espacio en el mundo de la gestión del patrimonio, y desde esta perspectiva entenderemos mejor los contextos históricos, sociopolíticos y económicos básicos para comprender nuestra problemática actual. La arqueología está en continuo avance y entra en contacto con campos muy diversos como el desarrollo rural, la ordenación del territorio, las políticas urbanísticas, la gestión ambiental, cinegética y forestal, la restauración, la arquitectura, la gestión empresarial, etc.  La legislación sobre la protección del patrimonio previene la realización de estudios arqueológicos en el marco de estimaciones de impacto ambiental, para evitar la posible destrucción de yacimientos que puedan llegar a provocar la ejecución algunas obras. 
También se realizan trabajos de recopilación e inventarios de los restos arqueológicos que aparecen en los yacimientos, es decir, su campo de actuación es muy amplio, por eso los miembros de la Asociación estamos realizando diferentes trabajos en los más variados temas de arqueología y patrimonio histórico y cultural, unos lo hacen en excavaciones de campo, otros en la arqueología subacuática, arqueología experimental, labores en museos, tareas de investigación, y realizando actividades de difusión y divulgación de nuestro Patrimonio Arqueológico. 
Desde nuestros diferentes posicionamientos creemos que es imprescindible hacer comprender a la sociedad en su conjunto, desde la formación y la connivencia, la importancia de preservar y conocer nuestro Patrimonio Arqueológico.
Todos los profesionales relacionados con el patrimonio histórico-arqueológico que estén interesados en formar parte de este proyecto pueden hacerlo a través del correo:   

                                                  aspha.cadiz@gmail.com

No queremos dejar pasar, nuestro agradecimiento a D.Manuel Sánchez Ortiz de Landaluce, Vicedecano de Grados de la Universidad de Cádiz, por su apoyo incondicional, participación y buena predisposición en todos los eventos programados por la Asociación.

Primera reunión de ASPHA, en el año 2008. En Medina Sidonia (Cádiz), población que siempre nos ha acogido con cariño.
Cádiz  2016

martes, 13 de septiembre de 2016

CUEVA DE EL PENDO (Camargo, Santander)

Uno de los slogans con los que se presenta Santander es el de Cantabria Infinita, por la diversidad de parajes que conserva, y entre ellos se encuentra la cantidad de cuevas prehistóricas que se han preservado hasta nuestros días.
En pleno valle de Camargo, en la localidad de Escobedo, se localiza la cueva El Pendo, ha sido una de las primeras cuevas descubierta en la cornisa cantábrica y fue declarada Patrimonio de la Humanidad, en 2008.
Esta cueva se formó durante miles de años, el arroyo que recorre la sierra del Peñajarao fue erosionando la roca del farallón calizo donde se abre la gruta, abriéndose paso y confirmando un conducto subterráneo por lo que las aguas superficiales de escorrentía alcanzan el nivel freático.
Posteriormente, los estratos de caliza dispuestos de forma horizontal fueron desplomándose, y los grandes bloques que cayeron desde el techo y paredes fueron sepultando el suelo de ocupación. Todo este proceso geológico ha dado lugar a una oquedad con una amplia boca y un vestíbulo extenso.
Esta cavidad fue descubierta por Marcelino Sanz de Sautuola, que era muy aficionado a la arqueología, y en los años 1870 al 1880 se dedicó a explorar las tierras de Santander en busca de los orígenes de sus habitantes. Y encontró la cueva El Pendo, donde descubrió un gran número de restos óseos  que algunos de ellos estaban tallados, así como, restos de dientes de animales y objetos de pedernal tallado. Durante varios años se realizaron varios sondeos y catas, pero fue con el arqueólogo Hermilio Alcalde del Río, en 1907, quién realizó la primera referencia estratigráfica de la cueva y también quién descubre los primeros grabados, en concreto lo que se estima un ave en la parte más profunda de la cavidad y un posible caballo.
Han sido muchas las intervenciones que se han llevado a cabo tanto dentro como fuera de la cavidad, y han sido varios los equipos que han trabajado, entre los que destacan los dirigidos por los arqueólogos  Jesús Carvallo y Larín, Julio Martínez Santa Olalla y Ramón Montes. Por eso, la cueva El Pendo, es uno de los yacimientos más citados en la historiografía arqueológica de la Península Ibérica. Sus numerosas intervenciones han dado para publicar tres monografías  y numerosos trabajos: La primera de ellas fue publicada por el padre Jesús Carvallo y Larín, en 1933, fue seguida por la llevada a cabo por J. González Echegaray, en 1957 y la tercera por Ramón Montes y Juan Sanguino, en 2001, que viene a dilucidar los últimos hallazgos.
La secuencia estratigráfica que abarca la cueva del Pendo es del Paleolítico Medio hasta la Edad del Bronce, que comprende desde hace 84.000 años hasta 1.500 años atrás. Los primeros habitantes de la cueva fueron los neandertales, que ocuparon las cuevas como lugar de hábitat. De sus ocupaciones han quedado miles de restos acumulados en depósitos de hasta 5 metros. A través de ellos sabemos que los neandertales fabricaban utensilios sobre sílex obtenidos de sus alrededores.  La caza de caballos, bisontes, ciervos y la recolección de frutos silvestres eran la base de su subsistencia.  Del ciervo el Homo sapiens aprovechaba prácticamente todo, a parte de su carne, los huesos y astas les servían para la elaboración de bastones de mando, azagayas, arpones perforados, espátulas y agujas para coser.
El valor arqueológico de la cueva El Pendo, en un principio, fue por su registro arqueológico y de arte mueble. No fue hasta la campaña de 1997 llevada a cabo por los investigadores Sanguino y Montes cuando un miembro del equipo (el topógrafo) percibió la presencia de unas pinturas en la parte profunda de la cavidad, en concreto en un amplio panel de 15 a 20 metros de ancho, estaba cubierto de suciedad y gran cantidad de líquenes. Tras una fase de limpieza y restauración se descubrió lo que posteriormente sería conocido como “Friso de las Pinturas”.
Ese gran mural comprendía una decena de ciervas, cabras, caballos, zoomorfos indeterminados y signos y trazos pintados. La técnica utilizada es la del punteado en pinturas hechas con el tampón y dedo con pigmento de oxido de hierro de color rojo.
Podemos considerar que, en la cueva El Pendo, se da una concentración de figuras parietales de características técnicas y estilísticas muy similares a la que se encuentran en la cueva de Covalanas.
Pero quizás, la riqueza de la cueva esté en su arte mobiliar. El valor de las piezas encontradas no tiene ningún otro referente en toda Europa; hablamos de bastones de mando perforados de una gran finura y laboriosidad a la hora de trabajarlos. Así como, una rica colección de objetos grabados en hueso y asta, tales como arpones, azagayas, bastones perforados agujas y espátulas. Hay una rica variedad de animales representados en estos objetos como serpientes, cabras, peces, etc, que nos pone de manifiesto la capacidad de observación que tenían estos grupos humanos y el realismo que derrochaban a la hora de plasmarlo.
Durante este mes de septiembre se llevará a cabo la primera excavación realizada con un equipo multidisciplinar del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social y el Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de la Universidad de Cantabria y estará dirigido por Edgard Camarós, junto a los codirectores del proyecto, Pablo Arias y Marian Cueto.
El objetivo de este proyecto es investigar los procesos evolutivos y el comportamiento del Homo Neandertal y del Homo sapiens sapiens.


Entrada a la cueva.



Vestíbulo principal.
Esplacnocráneo infantil de Homo sapiens. Magdaleniense Inferior.
Venus del Pendo.
Algunas de las azagayas decoradas, arpones de una hilera de dientes, matrices óseas para agujas, agujas con ojo, punzones, punzón decorado con incisiones. Magdaleniense.
Hueso con representación de caballo. Magdaleniense Superior Final. 13.000-11.500 BP.
Bastón de mando.



viernes, 19 de agosto de 2016

MUSEO DE PREHISTORIA Y ARQUEOLOGIA DE SANTANDER (MUPAC).

En el año 2003, recién defendida mi Tesis Doctoral, se celebró la 45ª Reunión Anual de la Sociedad Hugo Obermaier, en Santander, un encuentro científico de carácter internacional y donde se presentaron los resultados de las últimas investigaciones que se realizaron en  los diferentes países del mundo, en torno al Paleolítico. Y allá que me fui, con unos compañeros del Grupo de Investigación (Pedro Cantalejo, Salvador Domínguez y Rafael Maura).
El congreso estuvo organizado por el Grupo de Prehistoria de la Universidad de Cantabria y se celebró en la Escuela Superior de la Marina Civil y en el Museo de Altamira, contó con la asistencia del presidente de la Hugo Obermaier-Gesellschaft  (Ludwig Reisch). Una de las actividades que realizamos en estos días fue la visita al Museo Arqueológico de Santander, nada transcendental ya que se trataba de un museo bastante clásico.
Este verano he pasado de nuevo por Santander y me he llevado una grata sorpresa al visitar de nuevo este museo. De entrada, se le ha dado una nueva ubicación, en el Mercado del Este, en un edificio construido entre 1839 y 1842 y que fue declarado Bien de Interés Cultural en 1986.
Este nuevo espacio ofrece un itinerario cronológico, que abarca desde la Prehistoria hasta el Medievo; y se inicia con una estupenda introducción a la Arqueología donde la  Zooarqueología es la gran protagonista, aquí los restos óseos de animales adquieren un lugar destacado para comprender los modos de vida de las sociedades paleolíticas, y de la importancia que tiene la caza para estas comunidades.   Las diferentes salas están dotadas de material informático, pantallas interactivas digitales, paneles, vídeos.. te garantiza una información exhaustiva sobre los diferentes contenidos y fases por los que pasó la Prehistoria. Me llamó mucho la atención la sensibilidad, la escenografía  y sensación con que han sido tratados los diferentes temas, desde la importancia que puede tener un objeto de uso o instrumento, contextualizando sus contenidos, como  al objeto de arte y su valor artístico e histórico, hasta la sensación que se puede sentir visualizando los diferentes periodos climáticos por los que han ido transcurriendo los diferentes periodos históricos.

Pero quizás lo que más te conmueve de todas las salas es la belleza que encierra el espacio monográfico dedicado al arte mueble, tallado en hueso y asta, de los yacimientos de La Garma, El Castillo, El Pendo, Altamira… de una riqueza exquisita e indescriptible, creo que no existe otra colección tan rica como ésta en el mundo. Los soportes están colocados de forma que las piezas de arte inmueble puedes contemplarlas desde todos los ángulos y observar hasta los detalles más minuciosos.  Un museo muy recomendable de visitar, a todas las personas que pasen por Santander.

Sólo me queda felicitar a todas las personas que han colaborado y trabajado en este proyecto museístico, por la labor desarrollada, ya que han conseguido un museo interactivo, didáctico, actual y muy acorde a todos los niveles de público.