miércoles, 1 de noviembre de 2017

LOS CELTAS DE LA BETURIA. EL YACIMIENTO DE CAPOTE

Cuando hablamos de los celtas siempre lo asociamos a los castros que se asentaron en la zona del norte y parte de Portugal. Sin embargo, en la zona de la Beturia (en el suroeste peninsular), en el año 1985, fue descubierto un castro Celta, que se ha consolidado como uno de los referentes arqueológicos, más acentuados de la Beturia Céltica.
Según las fuentes clásicas, la Beturia era el término con que se conocía al territorio limitado por los ríos Guadiana, Tinto y Guadalquivir. Este término era un concepto más territorial, que geográfico, que se utilizaba para referirse a la zona montañosa en torno al Guadiana.
En el s. IV a. C, los celtas que habitaban en la zona del Duero medio, se desplazaron hacía estas tierras atraídos por su riqueza minera y ganadera; y se fueron asentando por toda la Beturia y el Alentejo portugués. Se inicia así, un proceso de colonización, de estos territorios. Se asentaron en castros (poblados fortificados), que se caracterizan por situarse en lugares con un amplio control visual de la zona.
El Castrejón de Capote, es un yacimiento de unas características excepcionales, se encuentra emplazado en la parte sudoccidental de Extremadura, en el término municipal de Higuera la Real (Badajoz), que está bañada por el río Sillo, en su recorrido hacia el Guadiana.
Según la geomorfología del castro, emplazado en un cerro alargado y plano, delimitado por la confluencia de los ríos Sillo y Álamo, le confiere una forma de espigón que le dota de pronunciadas pendientes por tres de sus cuatro flancos, lo que le convierte en un lugar de difícil acceso, excepto por su extremo oriental. Estas características especiales le determinan como “castro de ribero”. 
Todas estas características geológicas y geomorfológicas del  terreno, rico en agua y con una extensa biomasa vegetal, así como, una abundancia de cuarcitas y pizarras, fueron las bases para que este castro se situase en este lugar.
Su historia se remonta, al año 1984, cuando se encontró en el lugar una losa de gran tamaño, que presenta grabados característicos de las denominadas estelas del suroeste (s. IX a. C). 
Dada la importancia del hallazgo se iniciaron las respectivas prospecciones y, posteriormente, las excavaciones; desarrollándose una primera fase entre los años 1984-1990 y la segunda en 1994-1996, ambas fueron dirigidas por el Prof. Luis Berrocal-Rangel.
Las intervenciones arqueológicas, en un principio, fueron enfocadas hacia el conocimiento del tejido urbanístico del poblado, de sus defensas y de los límites de la ocupación. Sus estructuras se encontraron todas cubiertas de sedimento, de ahí, que se hayan podido documentar tan bien. 
Se ha logrado autenticar que se trataba de un poblado totalmente amurallado, con una puerta principal resguardada por torres y bastiones, que alcanzan los 9 m de altura. 
Su urbanismo se articula en torno a una calle central que atraviesa el poblado de este a oeste, y a la que desemboca el resto de callejones transversales, que separan las distintas viviendas y facilita el desagüe de las calles, por tratarse de una zona bastante lluviosa.
Las casas se distribuían en dos estancias, una de acceso y otra dedicada a ser el almacén de los alimentos. En la primera habitación se sitúa el hogar o cocina, en el centro, junto a un banco corrido, y suele haber un molino giratorio. En la segunda habitación se depositaban las grandes vasijas y las herramientas del campo, sobre un suelo pavimentado.
En el centro del poblado, se emplaza un pequeño Santuario que fue destruido, y posteriormente sepultado, después de haber celebrado en él una de sus ceremonias rituales. Por el registro arqueológico, se determina que, posiblemente, participaron unas trescientas personas. Estos participantes ingirieron unos 23 animales: 6 bóvidos, 2 ciervos, 2 équidos, 5 suidos y 5 ovicaprino. Estos animales fueron sacrificados sobre la mesa-altar de piedra, y su carne fue ingerida en un banquete ritual acompañada de bebidas alcohólicas. 
Se trata de una ceremonia colectiva encaminada a incrementar la cohesión social de estas comunidades campesinas. Parece ser, que este ritual se celebró con la idea de abandonar el lugar, sus ofrendas y utensilios sagrados fueron enterrados bajo una capa de piedras y un muro.
Gracias a la buena conservación del yacimiento, se ha documentado una segunda ocupación, a la que corresponde la mayoría de las murallas y de las casas que se conservan. Los restos de un incendio generalizado pueden relacionarse con las guerras contra Viriato, quien ocuparía el poblado entre los años 150 y 139 a.C.
Tras la derrota del caudillo Lusitano, los habitantes de Capote, lograron la estabilidad necesaria para un evidente progreso económico. En esta etapa, Capote recuperó todo su auge económico y tecnológico, pero siempre bajo la supervisión de la curia romana, que conquistó la Beturia, en el año 138 a. C.
Nada se sabe del abandono definitivo del poblado, según los registros, sus habitantes abandonaron el lugar, tras una salida rápida; según la estratigrafía del yacimiento se ha podido datar que se produjo en el año 76 a. C, que coinciden con la guerra civil contra Sertorio. Tras la victoria de Roma, la Beturia quedó integrada en la nueva provincia de la Bética.
Con la puesta en valor de este yacimiento, así como, con los trabajos científicos que ha generado, se ha ampliado el conocimiento de los célticos en el suroeste peninsular que era prácticamente inexistente.  Extremadura, ha apostado por la revalorización de esta zona arqueológica, y ahora le corresponde a la población, en general, apoyar y conservar este hermoso Patrimonio que nos han legado nuestros antepasados. 
No sólo, nos encontramos ante un yacimiento de unas características excepcionales, como así lo ha demostrado su registro, sino también, se trata de una zona con un enorme valor Histórico, Arqueológico y Etnográfico que se debe conservar y mantener, y sobre todo, seguir apostando por este proyecto con nuevos trabajos de excavaciones e investigación, para aunar en el conocimiento de un poblado como es el de Capote.

El Centro de Interpretación:

Una de las actuaciones que se llevaron a cabo en el yacimiento para la adecuación de las visitas, realizadas por la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, ha sido la realización de un Centro de Interpretación. En él, podemos encontrar una serie de paneles explicativos de todo el proceso histórico de este asentamiento, así como, reproducciones de objetos hallados en las excavaciones, una maqueta de cómo sería el castro y un audiovisual, con tecnología digital en 3D, donde se reconstruye la historia del yacimiento.
El centro está dirigido por la historiadora Victoria, que una vez visionado el vídeo, te hace una excelente aclaración de todo el recorrido del yacimiento, explicándote todo tipo de dudas al respecto. Sin duda, un magnífico enclave para visitar, donde puedes disfrutar de un rico patrimonio, de su rica gastronomía, y de una variedad de flora y fauna.     

Referencias:

- El altar prerromano de Capote. Luis Berrocal Rangel.

- Capote. La Ruta Céltica. Luis Berrocal Rangel.

-La Beturia: definición, límites, etnias y organización territorial. Susana Pérez. Brigham Young University. Utah.




Esta es la estela que se encontró en el dintel de una de las casas, se encuentra en el Museo Arqueológico de Badajoz, en la sala de Protohistoria. Esta colocada de forma invertida para destacar la inscripción tartésica realizada en trazos muy finos. En la zona superior de la estela representa una lira de gran tamaño que conserva sus cinco cuerdas. Está flanqueada por dos figuras humanas y en la parte de abajo aparece un carro con dos cuadrúpedos y una figura humana.

Puente sobre el río Álamo

Puerta principal.
Lienzo de Torre defensiva para mejorar la protección del flanco sureste.



Taller metalúrgico 




Calle central es la calle mas importante del poblado.

Viviendas

Santuario: está flanqueado por dos casas y levantado por un podio

Centro de Interpretación.



Lámina de oro con forma de hoja de laurel, hallada en el depósito.

Ajuar cerámico recuperado en el Santuario (Foto: L. Berrocal)