Cuando
estuve en Tanzania realizando la “Expedición Orígenes Humanos”, no podíamos
dejar de visitar a la última etnia de cazadores, que se asientan en esta parte
oriental de África.
Los Hadzabe alrededor de unos mil, viven en
sus territorios nativos, en las amplias llanuras que rodean el lago Eyasi y
está protegido por el bastión rocoso del Gran Rift Vallery. Sobreviven en
pequeños grupos, se desplazan de forma nómada por el territorio, cazando y
recolectando lo que el bosque les ofrece.
Tienen
unos modos de vida, de cazadores-recolectores, que ha perdurado desde de hace
10.000 años, a pesar de la influencia a su alrededor de sociedades
agricultoras, pero los hadza no conocen ni la agricultura, ni la ganadería.
Tuvimos
que madrugar mucho para desplazarnos hasta sus campamentos, nos esperaba una
salida de cacería con un grupo de Hadza. Salimos al alba, de su campamento,
junto a cuatro cazadores emprendimos la marcha, les seguíamos sigilosamente para
no interferir en su trabajo y no espantar a la fauna que nos rodeaba. Antes de
comenzar la cacería, los más adultos,
se preparan en una especie de pipa, rudimentaria, con tabaco para fumar, que se la van pasando de unos a otros, para
acto seguido y, en el mismo lugar se ponen a preparar sus arcos y flechas.
Nos
íbamos desplazando por matorrales espinosos y acacias erguidas, así, pasamos
por un gran palmeral, muy deteriorado en esta época debido a la escasez de
agua. Se desplazan por el bosque de forma sigilosa y observando el terreno, lo
hacen tanto por tierra como trepando por los
árboles, con gran agilidad, así, la
primera presa que capturaron fue un gálago, de cola ancha, estos animales son
pequeños suelen pesar de uno a
dos kilos y su longitud oscila entre 25-40 cm,
por lo que hay que cazar, unos cuantos para poder desayunar cuatro personas.
Cuando
ya habíamos recorrido un gran espacio por la zona de arboleda y se había
conseguido lo bastante para comer, pasamos a zonas más abiertas, para cazar ratones de campo. La técnica que
utilizan para estos animales es el acecho, lo suelen esperar en las salidas de
las pequeñas galerías que construyen en los terrenos áridos y, de la forma más increíble, cazan un ratón de
campo que no suele ser mayor que el grosor de sus arcos. En estos momentos te
das cuenta de las características que mantienen vivo a ésta etnia, es el sigilo
con el que se mueven por el bosque y la buena puntería que tienen, son capaces
de cazar un gálago, a varios metros y entre la maleza que apenas son visibles.
Una
vez que, los hazda consideran que los animales que han cazado son suficientes
para su alimento del día paran y, en el mismo lugar, como son presas pequeñas
las ponen sobre el fuego y les queman la piel, para dar paso a quitarles las
vísceras, vuelta y vuelta, dan paso a su comida.
Los
hazdas disfrutan de mucho tiempo de ocio, suelen dedicarse a la búsqueda de
alimento, una media de cinco o seis horas al día.
Son
gente pacífica, nunca han practicado la guerra o guerrilla entre etnias
locales, que suele ser muy común en estas latitudes, su población nunca han
sufrido brotes de epidemias, ni han sufrido hambrunas, practican un modo de
vida en total sintonía con la naturaleza, y disfrutan de la dieta más saludable
que existe, ya que, comen lo que la naturaleza les ofrece, de esta forma nunca
alteran el ecosistema.
Normalmente
los hazdas viven en pequeños grupos familiares y carecen de bienes, todo lo que
poseen se lo pueden llevar al hombro, en sus cambios de campamento, no suelen
estar más de un mes en un sitio. El trabajo lo tienen muy bien diferenciado,
los hombres se dedican a cazar y recolectar miel, mientras que, las mujeres
salen a recoger bayas, frutos y recolectan tubérculos.
Las
mujeres viven libremente, su sistema es la autonomía individual, no sufren la
subordinación a ningún hombre del grupo. Entre los hazdas no hay celebraciones,
ni bodas, practican la monogamia, de hecho suelen cambiar de pareja a los pocos
años. Los roles entre ellos están bastantes definidos, como he dicho antes, la
mujer suele pasar el día recolectando y también elaboran esteras para el suelo
de las cabañas que construyen con hojas de palma, también elaboran collares, con
cuentas de plástico, que suelen adquirir con el trueque de la miel o bien de los
souvenires, que les llevan los
turistas. Sin embargo, los hombres a parte de las
horas que les dedican a la caza, destinan el resto del día a dormir o enderezando
los astiles de flechas, tallando arcos y afilando las puntas de las flechas, que
suelen untarlas con el veneno de la rosa del desierto, que tiene potencia para
matar a un búfalo. Normalmente cuando los hazda salen de caza, la presa, la
llevan al campamento y la reparten entre todos; y si se encuentran con un animal
grande, que ha muerto hace poco, son los hazda los que se desplazan a donde está
el animal.
Es una tribu que tiene lengua propia (hadzane)
y no se relacionan con ninguna otra y se resisten al establecimiento de unas
normas. Durante la época colonial se intentó asentarlos, en dos ocasiones, y
ambas terminaron con una epidemia de sarampión y con un alto índice de
mortalidad.
En
el año 1980, se intentó incorporarlos a un sedentarismo dándoles ganado, granos
y herramientas para cultivar la tierra. Pero, los Hadza han sido siempre una
sociedad cazadora y carecían de los
conocimientos necesarios para llevar a cabo una agricultura. Pero cuando, el grano se terminó y el ganado
se consumió volvieron a su estado primitivo, de gente libre.
Actualmente, comparten su tierra inhóspita, del lago Eyasi, con los Datoga, que luchan una
batalla perdida, contra el gobierno del progreso, que les esfuerza a la
extinción de un estilo de vida que se ha prolongado en el tiempo, desde el
Paleolítico. El Hadza tiene lengua propia,
no tiene jefes, ni casa, ni sistema político, vaga por la tierra, en pequeñas
bandas, con poco sentido de tribu.
La
usurpación de sus territorios de caza tradicionales ha avanzado rápidamente, fomentadas por las políticas gubernamentales, para el registro de tierras y por
la agricultura, tanto el cultivo comercial de menor escala como la producción
de trigo, de gran escala, financiada por el gobierno canadiense. Y los
cazadores del lugar, han agotado los recursos silvestres dejando una tierra agreste.
Actualmente, hay algunas ONG que han intentado ayudar a los Hadza suministrándoles pantalones y cinturones, que es su única indumentaria y, a través de escuelas y
colonias; pero estos esfuerzos han sido desviados hacia los grupos políticos
dominantes en la zona como los Datoga y los Iraqw. Hoy por hoy podemos decir que esta sociedad cazadora está desapareciendo…