martes, 21 de marzo de 2023

EL ABRIGO DEL CASTILLO DE MONFRAGÜE (Cáceres).

 

Los ríos Tajo y Tiétar han sido protagonistas en los asentamientos de los primeros pobladores de estas tierras, por la riqueza de sus bosques. Los testigos de estos grupos humanos están presentes en las terrazas de sus ríos y en las pinturas rupestres de sus cuevas y abrigos; la zona acoge más de cien cavidades con arte rupestre.

El abrigo del Castillo es la única cavidad donde podemos visualizar la evolución del arte en el suroeste peninsular a partir de la diversidad de tipologías de las figuras y la superposición de elementos que se documentan en los diversos paneles que configuran la panorámica de las escenas de la cueva.

La oquedad alberga ocho paneles figurados en tres unidades gráficas, que se distribuyen desde la zona más exterior hasta la zona más profunda del abrigo, aprovechando los lienzos de la pared rocosa, y donde plasmaron una serie de figuras geométricas cruciformes, ramiformes e idemorfo indefinido.

Se accede al abrigo por un sistema de escalera tramex, por su vertiente de solana, desde dónde se contemplan unas bonitas vistas al río. El farallón tiene forma de embudo profundo y con forme avanzas se va estrechando, se hace difícil el acceso. Se ha configurado por la acción de la erosión que al actuar sobre las diaclasas se ha ido desgajando donde los bloques de roca han caído y se ha formado la oquedad. Sobre éste farallón cuarcítico se ha construido el castillo.

La cueva fue descubierta en 1970, por dos maestros nacionales de la localidad de Torrejón el Rubio (Cáceres), que detectaron la existencia de algunas representaciones rupestres en el interior, convirtiéndose en uno de los enclaves con pinturas rupestres postpaleolíticas más adelantadas de la provincia. En un principio fueron estudiadas por Soria Sánchez en 1972 y por Beltrán Lloris. Pero los estudios en profundidad no se llevaron a cabo hasta 1999-2002, por un equipo interdisciplinar de la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura.

La importancia de esta cavidad reside en la variedad cromática y tipológica de su arte. Los motivos se caracterizan por los diferentes grados de simplificación y aparecen asociados. En las pinturas están presentes el trazo grueso que se ha realizado con los dedos en color rojo y con un trazo fino que se han realizado con pinceles en tonos oscuros. En base al color, técnica y composición las pinturas fueron realizadas en diferentes momentos. Su cronología abarca desde el Epipaleolítico hasta Edad del Hierro.

Hay un conjunto de puntos que son muy llamativos y típicos del arte esquemático de la zona, se trata de un conjunto de puntos, regularmente dispuestos en alineaciones verticales y paralelas entre sí.

Pero sin duda el panel mejor conservado y más representativo del abrigo se encuentra al fondo de la cavidad. Donde se observa una superposición de figuras de antropomorfos de trazo grueso en la parte superior donde se representa un gran cérvido que se caracteriza por su naturalidad y detalles anatómicos, se puede fechar en una etapa epipaleolítico, donde los animales se caracterizan por su gran tamaño. Otro de los animales que aparece representado en el bóvido por el tipo de cornamenta, lo que nos denota que estos grupos ya eran ganaderos. Hay un segundo momento en la composición que se caracteriza por una serie de antropomorfos realizados con trazo grueso y tonalidad anaranjadas que corresponden con el arte rupestre del neolítico-calcolítico. En la Edad del Bronce es la época que más actividad pictórica tuvo la cueva, y en su última fase la del Hierro son las realizadas con un pincel y figuras muy finas realizadas en negro, se trata de una grafía que corresponde con la denominada escritura del suroeste y se puede fechar en los s. V o IV a. C.

En la zona de la izquierda destaca un grupo de tres antropomorfos y otro de cinco, realizados en trazos finos y de tonalidades más oscuras, en la que se observan tocados, diferencias de sexo y elementos a la cintura que puede establecerse una connotación de estructura jerarquizada donde, posiblemente, se realizaría dentro de un orden ritual o simplemente una jerarquización de género. Es un espacio muy interesante para explicar el cambio cultural en su tránsito del paleolítico al neolítico hasta llegar a la Edad del Hierro, con la escritura.

Referencia:

-Rivero de la Higuera, M. C., 1972: Nuevas estaciones de pintura rupestre esquemática en Extremadura. Zephyrus, XXIII-XXIV. Salamanca.

-Soria Sánchez, V., 1972: Recientes hallazgos arqueológicos en Extremadura. Revista de Estudios Extremefíos, XXVIII, nº 2. Badajoz.

-García, J. J & Collado, H., 2006: La Cueva del Castillo de Monfragüe. Guía Arqueológica de Extremadura 5.





Escritura tartésica








viernes, 3 de marzo de 2023

EXPOSICIÓN: “En estudio: El Turuñuelo de Guareña”.

 Desde febrero, el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz acoge la exposición, “En estudio: El Turuñuelo de Guareña”, una muestra de una serie de piezas halladas en el yacimiento de Guareña o Casas del Turuñuelo (Badajoz). Podemos considerar éste yacimiento como uno de los más significados de las últimas décadas de la Protohistoria de la Península Ibérica.

La exposición ha sido organizada por el propio Museo Arqueológico Provincial, la Consejería de Cultura Turismo y Deporte y los responsables del proyecto I+D “Construyendo Tarteso”, codirigido por Sebastián Celestino y Esther Rodríguez.

Con esta muestra se ha pretendido dar a conocer las funciones religiosas, sociales, agrícolas y ganaderas de los pobladores que vivieron aquí; en definitiva, conocer sus costumbres, sus gustos y creencias.

Se han expuesto objetos metálicos de hierro y bronce, como parrilla utilizada para cocinar y jarrones para el vino, un elemento fundamental en los banquetes durante la antigüedad, así como, vajillas de cerámicas tanto para beber como comer. Una exposición que refleja las labores agrícolas y ganaderas, sin perder de vista las actividades comerciales, basadas en el trueque de los productos, y algunos necesitaban de una transición justa, donde se utilizaban un sistema de pesas y medidas estandarizadas.

La agricultura debió de ejercer un gran poder junto a la ganadería, donde las élites que se asentaban en estos territorios, donde se sitúa el Turuñuelo debieron de ejercer su control en la producción agrícola, como queda reflejado en las herramientas de hierro. Respecto a la ganadería se muestran puntas de lanza y bocados para montar a caballo, estos animales aparecieron sus restos en el patio del edificio, lo que hace suponer que fueron sacrificados antes de su destrucción (https://solohuesos-isabelcaceres.blogspot.com/2017/07/los-caballos-en-el-santuario-tartesico.html).

Tanto la arquitectura del edificio como los objetos seleccionados para la exposición, plantean a los arqueólogos una fecha de s. VIII – V a. C, donde se desarrollaría una cultura de Tarteso que es el resultado de la mezcla de las comunidades de indígenas del suroeste peninsular y los colonizadores procedentes del Mediterráneo, principalmente fenicios; y que ocuparon estas tierras adquiriendo un gran poder económico. Su declive fue mermando poco a poco, hasta que su mundo entra en crisis hasta su desaparición, siglos antes de que cartagineses y romanos se enfrentaron en la disputa del control del Mediterráneo.

Una prueba de ésta ostentación de poder, que hacían, lo vemos reflejado en los objetos de vidrio, cajitas de marfil y huesos decorados que nos muestran las relaciones comerciales entre dos áreas geográficas distantes.

Los pies de una diosa venida del mar, esculpidas en mármol ático pintado en enérgicos colores, nos señala que nos encontramos en un espacio donde pudo convivir el poder civil con el religioso. En este yacimiento se lleva excavando desde el año 2015, donde se han realizado 5 campañas y han sacado a la luz parte del edificio monumental, perfectamente conservado como el de Cando Roano (Zalamea de la Serena), y nos viene a poner de manifiesto el final de esta comunidad, un final trágico, envuelto en sacrificios masivos de animales (caballos, toros…) y un gran banquete final.

Una exposición muy bien documentada, a través de doce vitrinas, y además cuenta con vídeos e imágenes de las excavaciones y reconstrucciones del yacimiento, tanto de su contexto espacial, histórico-cultural y sobre todo arqueológico. Permanecerá en el Museo hasta el día 12 de marzo. Y en marzo viajará a Madrid, donde se expondrá hasta septiembre bajo el enunciado “Los últimos días de Tarteso”.