El
estudio de los restos óseos en un yacimiento (zooarqueología) nos proporciona
una gran información para el conocimiento de las sociedades prehistóricas,
entre ellos, tenemos el estudio de la dieta, el hábitat, la estacionalidad, la
posición del animal en la cadena
trófica, ecosistemas y los modos de vida
y de trabajo, de estas sociedades.
Son
numerosos los asentamientos que nos aportan datos sobre el aprovechamiento
cárnico de los animales, por parte de los homínidos, y nos han quedado
registrados a través de las marcas de corte producidas por instrumentos
líticos.
En
un principio, mediante la caza o la apropiación, los homínidos persiguieron el aprovechamiento
de la carne, por ser un alimento muy nutritivo, y contener proteínas de alta
calidad, fue uno de las causas que
influyó en el crecimiento cerebral, por
la gran energía que aportaba al organismo.
Además
de la carne como recurso principal, a la hora de capturar a un animal, hay que
destacar que hay una serie de subproductos o productos secundarios, que son de
gran beneficio para los humanos, debido a que estos despojos presentan una
diversidad de características físico-químicas de gran utilidad.
Entre
estos productos secundarios que podemos extraer de un animal tenemos, por
ejemplo: la sangre, la grasa, leche, huevo, hueso, la piel, cuernos, marfil,
plumas, garras, etc.
La
documentación de algunas de estas sustancias orgánicas, en un contexto
arqueológico, no es fácil recuperarla debido a su degradación y a la
transformación de las materias orgánicas que la componen. Hay que recurrir a
una serie de análisis con técnicas de espectrometría y cromatografía; en España
éste tipo de analíticas no está aún muy extendida.
La práctica de la caza, en un principio, tiene
unas estrategias económicas de subsistencia, pero a partir del paleolítico
medio y superior, vamos viendo a través de los registros fósiles cómo los
animales abatidos aportan una materia prima muy preciada para la fabricación de
utillaje y para la elaboración de objetos de adorno personal, bien con un
carácter simbólico o religioso. Estas
materias primas las podemos clasificar en dos tipos: las materias blandas y
duras.
En
este post nos centraremos en las blandas (piel, pelo, lana, plumas, grasa,
tendones, vísceras, excrementos), más
tarde abordaremos las duras.
En
los climas templados estos tipos de materiales son difíciles de encontrar en un
yacimiento, solamente en los ecosistemas desérticos, en las ocupaciones litorales y en los
turberas ácidas son los lugares idóneos para que estos tipos de tejidos puedan
recuperarse, como por ejemplo, los hallazgos en las turberas irlandesas
(Clonycavan, Cloghan man) o en las danesas (Lindow, Borremose).
También
en los sitios muy fríos se permite una conservación de los materiales
orgánicos, como el caso de mamut lanudo, se ha podido determinar su ADN
mitocondrial que se ha conservado perfectamente en el permafrost siberiano y llama la atención su color rubio rojizo,
o bien, el hombre de Ötzi, en Austria.
Respecto
a la piel es otro de los elementos
utilizados por los humanos, y sus derivados como el pelo, el cuero y la lana.
A la
piel de los animales hay que unirle el cuero, que es la piel curtida, así como,
el pergamino (piel seca y exenta de pelo).
Así,
por ejemplo, en la cueva de Lazaret (Niza), fue utilizada por
cazadores-recolectores del Achelense, cuando se excavó el vestíbulo de la
entrada, se registro una cabaña que tenía una estructura de pilotes de madera
unidos por tiras de cuero, y la cubierta
era de pieles de animales.
También
tenemos registros de cuero de hace 5.500
años, en la provincia de Vayotz Dzor, en una cueva de Armenia, donde se ha
encontrado el primer calzado realizado en cuero del período Calcolítico.
También, contamos con la indumentaria, que llevaba el hombre de Ötzi, que
constaba de un gorro de cuero, chaleco, polainas, riñonera de piel de cabra,
zapatos, carcaj, y cordones para sujetar el hacha. También tenemos los
hallazgos de las turberas danesas, holandesa e irlandesa donde se han
encontrado gorro de piel de oveja, cinturones o la funda de cuero de oveja para
guardar una daga.
La lana es otro de los productos que ha
supuesto una gran avance en el desarrollo de las sociedades humana. El
fieltrado de la lana precedió al tejido de la misma.
En
la península tenemos registros de ella, en la edad del bronce, en concreto el
enterramiento del Hombre de Galera, con 5.000 años de antigüedad, conserva
perfectamente las dos trenzas laterales y una coleta. El niño que estaba a su
lado se encontraba envuelto en una especie de sudario que fue realizado en lana
no tricotada, sus fibras forman una especie de fieltro. Y en las pantorrillas, también, se han encontrado restos de una redecilla fabricada en esparto y junto
a ella una especie de espinillera, elaborada en lana, para evitar los golpes en
las pantorrillas.
Los tendones y vísceras eran utilizados
desde el paleolítico superior para la elaboración de cuerdas, para atar y
sujetar, así como, para la fabricación de arcos, y posiblemente, desde el
paleolítico medio se utilizaría para atar las puntas y hojas de sílex a los
mangos de madera, hasta que, fue sustituida por pegamentos elaborados con
resinas de los árboles que resistían mejor y no se movía con el uso.
Las plumas de las aves es otro de los recurso utilizados por los neandertales. En
concreto en la Grotte di Fumane, en un nivel musteriense del yacimiento
(44.000años de antigüedad), se ha
registrado una concentración de restos fósiles de aves (córvidos, buitres,
rapaces…) con marcas de cortes en los huesos de las alas. Gracias a los estudios
tafonómicos y arqueozoológicos se ha podido determinar evidencias de marcas de corte , raspado y
fracturas en las alas de estas aves, lo que evidencia que los neandertales
extraían las plumas de las aves para utilizarlas como adorno personal o algún
sentido simbólico. Se han hallado más de 22 especies de aves diferentes lo que
hace determinar que este tipo de aves no tienen un aprovechamiento cárnico, no
suelen estar incorporadas a un consumo alimenticio, salvo extrema necesidad, y
según el registro arqueológico sólo se han encontrado las huellas de marcas en
las alas, no estando presente en las demás partes del cuerpo; sin embargo este
tipo de aves tienen unas plumas largas y de diferentes coloridos por lo que su
uso más probable es de adorno personal.
En
las cuevas de Gibraltar, también, se han registrado 21 especies, halladas en
tres cuevas diferentes. Y se han encontrado marcas de corte en 18 individuos de
los 124 analizados. Se cree qué los neandertales utilizaban las plumas
como adorno personal.
La grasa animal (sebo y tuétano) también
ha sido utilizada a lo largo del paleolítico, bien como aislante corporal o
como combustible para la iluminación artificial, en las cuevas. El hábitat en cueva llevo a los grupos humanos a utilizar
la grasa animal para la iluminación y poder adentrarse, así, en la penumbra y
en los sitios más recónditos, a salvo de los depredadores. Los registros que
disponemos son del paleolítico superior (magdaleniense), en cuevas de la Dordoña, en Francia y en la península en cuevas del norte, cueva de Nerja y en cueva de
la Pileta (Málaga), en concreto en la Sala del Lago se encontró una lámpara
portátil de piedra, con restos de combustión en su interior.
En
la cueva de Ardales (Málaga), se han realizado trabajos experimentales con cera
de abeja, dando unos resultados excelentes, debido a la consistencia de esta
materia, más compacta y menos fluida que la grasa animal siendo una alternativa
a las antorchas.
En
las sociedades neolíticas se empezó a utilizar los excrementos, de los animales como abono, para la construcción y como
combustible. Hoy día muchas tribus africanas utilizan los excrementos de los
animales mezclados con barro y hojas para construir sus casas (manyattas) y las tribus siberianas como
combustible calorífico.
Zapato hallado en Armenia. Foto: Internet. |
Grasa de tuétano para alumbrarse. Foto: Arte sureño |
Industria lítica enmangada. Foto: Internet. |
Restos de excremento para hacer fuego en las comunidades masais. |