jueves, 22 de febrero de 2018

LA CUEVA DE HIGUERAL DE VALLEJA (Arcos de la Frontera-Cádiz).


Francisco Giles Pacheco en la sala principal de la cueva de Higueral de Valleja, junto a F. J. Giles Guzmán en una reunión de AEQUA. Foto: gentedelpuerto.com

La cueva de Higueral de Valleja se localiza en el término municipal de Arcos de la Frontera (Cádiz), en el margen suroeste de Sierra Valleja. La cavidad se compone de dos cámaras que se comunican entre sí, a través, de un estrecho pasaje. La primera sala tiene unas dimensiones de 12m de profundidad, por 10m de ancho y otros 10m de alto. Y la sala trasera es de forma rectangular, con unas dimensiones, de 10m de profundidad por 20m de ancho, y 10m de alto. En el año 1977, el arqueólogo D. Francisco Giles Pacheco y su equipo, realizaron una serie de sondeos estratigráficos, que ponen en evidencia la existencia de varios momentos de ocupación humana.
La administración les conceden una segunda autorización, en los años 1980-1982, para llevar a cabo una segunda campaña de excavación, donde se plantean una serie de cuadrículas que van desde la A hasta la H, con un tamaño de 1m x 1m, cada una, situadas en la primera sala de la cavidad. Posteriormente, en 2001-2002, se llevó a cabo una nueva intervención por el arqueólogo Francisco J. Giles Guzmán, bajo la dirección de F. Giles Pacheco. 
El corte estratigráfico lo situó en el área colindante a las excavadas anteriormente. En este sondeo, de 2m x 1m, y una profundidad de 3m, se han documentado 11 niveles estratigráficos. En la secuencia se identificaron tres niveles con elementos tecnológicos asociados al Modo 4. 
Los dos primeros han sido atribuidos a un solutrense superior y un tercero a un posible gravetiense. Entre los mamíferos han aparecido restos de ciervo, caballo, bóvido, y entre los carnívoros el lobo, en el Nivel III.
En 1994, D. Francisco Giles tuvo la amabilidad de cederme los restos óseos de fauna, registrada en dicha cavidad, para su estudio. 
Este estudio se culminó con la lectura, en el año 1996, de lo que en aquella época se llamaba “Memoria de Licenciatura”, con el título “Estudio tafonómico y paleoeconómico del yacimiento de Higueral de Valleja”, bajo la dirección de los Dres. Carlos Díez y José Ramos. Fue defendida en la Universidad de Cádiz, en la Facultad de Filosofía y Letras.
El material estudiado corresponde a las cuadrículas situadas en la sala de entrada y en la zona de transición, de las dos salas principales, que corresponde a las campañas de 1980-82, y se completo con un sondeo de 1977.
El total de restos óseos estudiados ascendió a 4.752. Para su estudio, el material se dividió en diferentes periodos, que abarcaban desde paleolítico superior, neolítico,  nivel histórico y sondeo. Y, las especies registradas corresponden a: Caballo, asno, bóvidos, ciervo, cabra salvaje, cerdo, lince, conejo, hiena y rinoceronte.
Dependiendo de la fauna recuperada y de la situación morfogeográfica de la cavidad, se puede reconstruir el paleoambiente de la zona estudiada, aunque siempre debe de ir acompañada de un estudio sedimentológico y polínico, de la cavidad, para determinar el paleoambiente del territorio, dado que la fauna identificada es sólo una muestra y una adaptación al medio natural. 
Según las últimas dataciones por OSL, TL y fechas de radiocarbono se determina que la cueva estuvo ocupada por poblaciones de neandertales y por poblaciones modernas, durante el último máximo glaciar. La secuencia del paleolítico medio (X-VIII), se formó en ambientes cálidos y húmedos y la secuencia superior (VIII-V), se formó cuando el clima era más frío y seco.
A pesar de la poca extensión excavada, se ha podido determinar la génesis del yacimiento y los procesos tafonómicos, tanto bioestratinómicos como diagenéticos, que actuaron sobre los restos óseos. 
Con respecto al número de restos, según los niveles arqueológicos se pueden realizar varias deducciones interesantes.  En primer lugar, la diversidad de restos de fauna específica aumenta, pasándose de una captura especializada en el paleolítico superior a una diversificada en el neolítico. Al tiempo que este ocurre, el número de restos indeterminados disminuye, lo que nos indica una menor fragmentación hacia el presente, debido en gran medida a un aprovechamiento medular de menor intensidad. Respecto al nivel neolítico, un aspecto destacable es el papel que sigue jugando la caza en su economía, y parece que las fuentes de aportación cárnica no se vieron muy alteradas con la entrada de una economía de producción.
La presencia del ciervo y el conejo ha sido una constante, a lo largo de toda la ocupación, siendo las especies más cazadas por los grupos humanos, desde el paleolítico superior. 
Nos han dejado huellas de su captura tanto por las marcas de carnicería como por la fracturación, lo que debió de suponer uno de los recursos alimenticios más intensos para su subsistencia, tanto a nivel cárnico como medular. El conejo es un animal que tiene poco aporte de grasa y, así, se manifiesta en su menor fracturación. 
Los cérvidos fueron cazados y  transportados enteros al yacimiento, todos los elementos anatómicos están presentes, aunque con bajos efectivos. Por eso, planteo la hipótesis de una caza de rebaños de hembras, ante el bajo número de astas identificadas, y la ausencia de caninos de machos, así como, una mínima representación de infantiles. Es muy probable que accedieran a los grupos que forman las hembras tras la berrea, pero cabe también la posibilidad que hubiera una captura de machos tras la pérdida de sus astas, en el invierno. Además, debió de realizarse una caza especializada sobre esta especie, sólo complementada, con aportes de conejos.
Respecto a los conejos, se pueden determinar varias conclusiones interesantes, a diferencia de las demás especies. En el nivel paleolítico, sólo los elementos con carne, médula u otras materias blandas están representados, mientras que, en el neolítico todas las partes están presentes. En éste nivel, se puede observar que las diáfisis pertenecientes a huesos largos como la tibia, fémur o húmero, se encuentran separadas de sus epífisis porque han sido fracturadas para la extracción de la médula.
En el nivel Histórico, sin embargo, las diferencias con los anteriores son obvias. El exceso de elementos articulares o la reducción de los elementos con mayor contenido cárnico, avalan que la mayoría de estos conejos no fueron cazados, dado que no muestran señales de mordeduras de carnívoros, en sus superficies óseas, al ser trasladados al interior o marcas de carnicería; es muy probable que su muerte se produjera por causas naturales en el interior de la cueva, estos animales excavaron madrigueras y serían los responsables de una reelaboración tafonómica de materiales.
Al ser el ciervo la especie más representativa, en la cueva, nos permite plantear la hipótesis de que la cueva constituyera un alto de caza, es decir, un lugar ligado a la actividad del procesado de éstos animales. Esto implica la existencia de actividades concretas y en determinadas épocas estacionales.
El estudio determina que hubo un aprovechamiento tanto de la médula como de la grasa contenida en el tejido esponjoso, porque fracturaban las piezas con bajo contenido medular, como son las falanges segundas. Este hecho puede estar relacionado con la época en que han sido cazados, ya que, sí los ciervos son capturados después de la berrea o en invierno, los animales han perdido peso, su grasa se moviliza y son las falanges y mandíbulas donde los cazadores pueden encontrar el contenido proteico necesario para alimentarse.
Las marcas sobre los metápodos y la intensa fracturación, tanto en las mandíbulas como en las falanges, nos hablan de la recuperación y extracción de la grasa y los tendones. Una vez realizado el proceso de descarnación y conservación de la masa cárnica, estos grupos pasaban a realizar la fracturación de los restos óseos, para el posterior consumo de la médula ósea y, en menor medida, para el aprovechamiento del hueso industrial. 
Atendiendo a la posición y a los tipos de marcas de carnicería, tenemos que decir, que están presentes tanto las de desarticulación como las de descarnación, propio de lugares donde se realiza la cadena alimentaria, es decir, en la cueva los grupos humanos desarticulaban, descarnaban, deshuesaban y fracturaban muchos huesos; para realizar este tipo de trabajo se valieron de instrumentos líticos como lascas y láminas con filo muy agudos. 
Estos instrumentos líticos se han utilizado para raspar la piel y los huesos. Todo el proceso de alimentación animal se desarrollaba en el interior.
Esto también ha sido determinado por el estudio funcional de la industria lítica, y parece indicar que el utillaje se destinó al trabajo de diversas materias de origen animal y vegetal. Algunos, de los instrumentos se han empleado en el tratamiento de la piel y para el trabajo de la madera o de algunas plantas. Otros útiles, se han utilizado para cortar carne y en la transformación de materias. Así, algunos punzones, como luego veremos, se utilizarían para trabajar las pieles.
Otro de los factores que nos determina la presencia de grupos humanos en la cavidad es la aparición de hogares, lo que no podemos determinar es con qué fin fueron utilizados, si cómo lugar de cocción de alimentos, cómo fuente de iluminación o cómo centro de calor. En mi opinión, no me parece probable que constituyera un combustible, ya que los huesos negruzcos son más abundantes que los blanquecinos, es decir, que no se produce una gran carbonización.
La presencia de carnívoros en la cavidad es escasa, tenemos el lince con representación sólo de elementos postcraneales, este animal no utiliza las cuevas como lugar de hábitat, pero sí, es un merodeador,  para capturar algún conejo o un roedor.
 Las hienas se detectan por la presencia de coprolitos, creo que estos carnívoros fueron simples rastreadores de la cavidad; aunque también es muy posible que estos restos provengan de niveles inferiores y han visto la luz por las remociones del terreno; así mismo, la cavidad ha podido funcionar como trampa natural para ellos y haber caído por algunas de las aperturas que tienen ambas salas en el techo, debido a que se trata de una cueva kárstica y ha sufrido los procesos de disolución de las calizas dolomíticas. Sin embargo, la presencia del lobo podría haber sido fruto de la caza, por ser un animal apreciado por su piel y sus colmillos; aunque hay que esperar a nuevos registros y estudios tafonómicos para determinar la presencia de estos carnívoros en la cavidad.
También han aparecido en el registro una serie de objetos de arte mobiliar y de industria en hueso. En la campaña, de los años 80, apareció una serie de punzones, azagaya y un raspador en hueso; en la campaña de 2002 tenemos caninos deciduos de ciervo perforados y con restos de pigmentación roja, y en el nivel III un colgante elaborado sobre una plaqueta de caliza con impregnaciones de ocre rojo.
Decir que, cueva Higueral de Valleja, ha sido una de las pocas cavidades excavadas en el sur peninsular. El excelente registro que atesora, tanto de su industria lítica con elementos tecnológicos asociados a los Modo III y IV, como de los resto óseos de fauna, sería conveniente plantear un Proyecto de Investigación para llevar a cabo excavaciones sistemáticas interdisciplinares, para plantear las diferentes hipótesis de trabajo propuestas hasta la fecha y dar luz a los modos de vida y de producción de las sociedades cazadoras-recolectoras de la zona. Se trata de una estación clave para llevar a cabo un estudio de la secuencia que va desde el pleistoceno medio hasta la transición hacia el paleolítico medio y superior, que permitirá comprender la ocupación de los últimos neandertales y su tránsito a los humanos anatómicamente modernos, así como, los movimientos estacionales de estos grupos de cazadores-recolectores de la cuenca media del Guadalete.
Es evidente, que Arcos de la Frontera dispone de un rico Patrimonio Histórico, pero con la incorporación de la puesta en valor de ésta cavidad, su Patrimonio se vería ampliado, y sería una proyección de futuro para el conocimiento de sus orígenes.

Observación: Reconocer la excelente labor que ha realizado Francisco Giles durante todos estos años, en el estudio y difusión del conocimiento del registro paleolítico, en toda la zona del sur peninsular.

Referencias:

-F. Giles Pacheco, A. Santiago, J. Mª Gutiérrez y E. Mata, 1997: “Las comunidades del paleolítico superior en el extremo sur de Andalucía occidental. Estado de la cuestión”. En AA.VV. Paleolítico y Epipaleolitico, II Congreso de Arqueología Peninsular. R. Balbín Henriques y P. Bueno Ramírez (eds), Vol. I. Zaragoza. Fundación Rei Alfoso Henriques.

-F. Giles Pacheco, J. Mª Gutiérrez, A. Santiago, y E. Mata, 1998: “Avance al estudio sobre poblamiento del Paleolítico Superior en la cueca media y alta del río Guadalete”, en AAVV. Las culturas del Pleistoceno Superior en Andalucía. J. L Sanchidrián Torti y Mª D. Simón Vallejo (eds). Málaga, Patronato de la Cueva de Nerja.

- F. Giles Pacheco, J. Mª Gutiérrez,  E. Mata,  A. Santiago y J. Gracias., 1993: “Secuencia fluvial y paleolítica del río Guadalete (Cádiz). Resultados de las investigaciones hasta 1993”. Investigaciones Arqueológicas en Andalucía 1985-1992. Proyectos. Huelva.

-F. J. Giles  Guzmán, F. Giles Pacheco, J. Mª Gutiérrez, R. Jennigs, J. F. Gibaja, I.C. Corte, A. Mª Doyague., 2015: “El Paleolítico Superior de la cueva de Higueral de Valleja (Arcos de la Frontera, Cádiz). Caracterización de los tecnocomplejos de los niveles III y IV”., en Las ocupaciones de las sociedades Prehistóricas, Protohistóricas y de la Antigüedad de la Serranía de Ronda y Béticas Occidentales. Actas del I Congreso Internacional de Historia de la Serranía de Ronda (Ronda, 2015). Real Maestranza de Caballería de Ronda, Instituto de Estudios de Ronda y la Serranía, Málaga.

-R. P. Jenning, F. Giles Pacheco, R.N Barton, S.N Collautt, R Gale, C. P. Gleed-Owen, J. Mª Gutiérrez,T. F. Higham, A. Pasker, C. Price, E. Rhodes, A. Santiago, J.L. Schwenninger, E.Turner., 2009:"New dates and palaeoenvironmental evidence for the Middle to Upper Palaeolithic occupation of Higueral de valleja cave, southern Spain".Vol. 28. Quaternary Science Reviews.

-I. Cáceres Sánchez, 1996: Estudio tafonómico y paleoeconómico de la cueva de Higueral de Sierra Valleja (Arcos de la Frontera-Cádiz). Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz.


Entrada principal de la cueva de Higueral de Valleja (Arcos de la Frontera-Cádiz). Foto:espeoleologíadecadiz.com

Vista de la boca desde dentro, con unas espléndidas vistas del río Majaceite. Foto: Espeleologíadecadiz.com

Estrías sobre fragmento óseo producida con utensilio lítico, en el proceso de fileteado y estrías de descarnación. La superficie ósea presenta alteraciones por manganeso.

Detalle del conjunto de incisiones profundas y más superficiales de las marcas de carnicería del fósil anterior, Destaca su organización lineal y su regularidad en el trazo de origen antrópico. La sección presenta fondo en "V", dichas marcas han sido afectadas por la erosión acuífera. M.E.B.x20.

Vista palmar de las segundas falanges de ciervo, presenta fracturación directa con plano de golpeo, tanto en su zona distal como proximal. Han sido fracturadas para la extracción de la médula ósea. Cuatro de ellas presentan alteraciones por cremación.

Punzón de hueso de sección más o menos ovalada.



Placa de caliza perforada, utilizada como adorno personal. Foto: F. J. Giles Guzmán.


jueves, 8 de febrero de 2018

LA CAZA DEL CIERVO EN LA PREHISTORIA (III).



En las sociedades del Paleolítico, los análisis de la fauna, considerados bien en un sentido económico como ecológico, nos permiten reflexionar sobre los modos de vida de las sociedades cazadoras, con un carácter más amplio, y comprender mejor su evolución. Nuestra reflexión se centrará en el estudio del ciervo, como actividad cinegética, que ha servido de base económica a los grupos humanos, desde la Prehistoria hasta nuestros días, con el objetivo de llevar a cabo sus tareas de producción. 
Los dos post anteriores, sobre la caza del ciervo, nos ha servido para introducirnos en las prácticas cinegéticas, de las sociedades cazadoras-recolectoras.
Los grupos humanos, durante el Pleistoceno, tuvieron una economía depredadora, que dependían de los recursos del medio ambiente. En el Paleolítico, el mayor aporte proteico provenía de la caza de animales; para ello utilizaron diferentes tipos de técnicas como son: la persecución, la aproximación, el acecho, el reclamo, el ojeo y la trampa; algunas de ellas aún vigentes en la actualidad.
La información de la caza del animal, su traslado al campamento y su posterior despiece, nos la proporcionan los restos óseos que se encuentran en los yacimientos, y que formaron parte de la base alimenticia de los grupos humanos que ocuparon las cuevas o asentamientos al aire libre, dependientes de las fases climáticas. 
La aparición de las distintas partes esqueléticas nos permite deducir la existencia de las actividades dirigidas hacia el aprovechamiento del animal cazado y su preparación para la alimentación (despellejamiento, descuartización, evisceración, fracturación).
Si nos atenemos a los estudios realizados, en la Península Ibérica, tenemos que en la Cornisa Cantábrica el patrón de subsistencia alimenticio era bastante diversificado.  Para Altuna, la caza durante el Musteriense no se asocia a ningún taxón en concreto, no se produce todavía una caza selectiva, sino más bien, se aprovechaba todo tipo de ungulados presentes en el territorio. Es durante las primeras fases de los periodos Auriñaco-Perigordiense, cuando la caza, a pesar  de que sigue siendo poco selectiva, comienza a especializarse alcanzando su máximo en el Magdaleniense. Tanto el ciervo o la cabra, dependiendo del biotopo en que se encuentre emplazado el yacimiento, son las especies preferidas, de estos grupos de cazadores. 
En determinados yacimientos, como Axlor, Amalda, Lezetxiki, Morín o el Pendo, la especie que predomina es el ciervo. En esta zona, hay varias hipótesis (L.G. Straus y L.G. Freeman), respecto a la especialización de la caza del ciervo.
Recientes investigaciones llevadas a cabo en la cueva del Mirón (Ramales de la Victoria-Cantabria) con 18.500 años de antigüedad, por el japonés Yuichi Nakazaura, ha determinado que los cazadores del magdaleniense  a parte del asado de la carne, utilizaban la técnica de la cocción, y parece ser que la  técnica de hervir agua era bastante generalizada, para cocer los huesos y extraer de esta forma su grasa, bien para ser consumida directamente o se solidificaba para poder ser utilizada más tarde. Este estudio está basado en uno de los hogares de cocina hallados en la cueva, y se han encontrado numerosos restos cocinados de ciervo y cabra, junto a instrumentos de sílex y cantos rodados de arenisca.
En la zona mediterránea hay que destacar los trabajos arqueozoológicos llevados a cabo por J. Estévez, M. Pérez Ripoll y J.E Aura. Durante el Musteriense, las especies más representadas son los équidos, bóvidos y cérvidos, sin embargo, en los niveles Auriñaciense y Gravetiense hay un predominio del binomio cérvido y cáprido. En general, podemos decir que hay una continuidad en los hábitos alimentarios durante el paleolítico medio y el superior, aunque con un cierto aumento de la presencia del ciervo, en los niveles Magdalenienses.
Centrándonos en el sur peninsular, según los testimonios arqueológicos de los que disponemos en la actualidad, las estrategias de subsistencia de los últimos cazadores-recolectores nos confirman que una de las especies más cazada, a falta de los perfiles de mortandad, podría haber sido el ciervo, ya que está documentada en todos los periodos culturales.
El ciervo está registrado en el Pleistoceno Inferior, en la estratigrafía del complejo Orce-Guadix-Baza, en Venta Micena, Fuente Nueva-3, Fonelas P-1 y en Quibas (Albinilla, Murcia) y lo mismo sucede durante el pleistoceno medio, que se dispone de registros tanto en asentamientos estratificados en cuevas, como al aire libre. 
En concreto, en Solana de Zamborino se trata de un cazadero de tipo estacional. En un medio lacustre se encuentra el yacimiento de Cúllar de Baza-1, y en cuevas tenemos Cueva Horá (Darro-Granada), con presencia de ciervos.
La fauna asociada a los tecnocomplejos Solutrense y Magdaleniense, son los periodos que cuentan con más registros arqueológicos hasta la fecha. En las cuevas de los Morceguillos (Lubrin, Almería) y de Ambrosio (Vélez Blanco, Almería), los cazadores utilizaron lanzas para la caza de la macrofauna, y utilizaron la cavidad de forma estacional, desde la primavera al otoño. En estas cuevas se daba el binomio, que se repite en la mayoría de las cavidades de la zona, que era el ciervo y la cabra.
También está presente el ciervo en las cuevas del Agua y de Las Yedras (Sierra de la Alfaguara-Granada), cueva de los Ojos (Covizjar-Granada), cueva de los Murciélagos (Zúheros-Córdoba), Boquete de Zafarraya (Alcaucín-Málaga), cueva de Gorham´s y Vanguard (Peñón de Gibraltar), cueva del Higueral de Motillas (Jerez de la Frontera-Cádiz) y cueva del Higueral de Valleja (Arcos de la Frontera-Cádiz).  Todas ellas fueron ocupadas por cazadores, tanto de ciervo como de otros mamíferos, y así lo demuestran sus registros arqueozoológico.
La caza es una actividad que les proporcionaba a estas sociedades una fuente de riqueza, donde interviene una unidad de producción y consumo; la producción le viene determinada por una serie de productos, unos destinados a la subsistencia y otros a la obtención y mejora de la alimentación. 
Entre los productos que se obtendrían de la caza, aparte del aporte cárnico, tenemos: tendones, grasas, piel, huesos y cornamenta; la piel y el cuero les servía para la elaboración de la vestimenta y el hueso, tanto el asta como los huesos largos, se empleaban para fabricar utensilios, herramientas y armas. 
Pero sobre todo, los huesos más consistentes les proporcionaban una buena cantidad de médula, que era una rica fuente de proteína. Habría  que tener en cuenta las épocas con una climatología adversa, con nevadas intensas, de inviernos duros,  que haría que los rebaños de ciervos disminuyeran, en número de individuos, por lo que el acceso a estos animales caería en descenso. Así, vemos, por ejemplo, en algunos yacimientos como determinadas partes anatómicas del cuerpo, que son pequeñas, como las falanges han sido fracturadas para la extracción o absorción de la médula.  Tuvo que ser un periodo de escasez en la caza; esto lo vemos en cuevas como Higueral de Valleja, cueva Higueral de Motilla, o en la cueva de Boquete de Zafarraya, donde las falanges de los ciervos presentan patrones de fracturación.
En el sur peninsular no podemos hablar de una caza selectiva del ciervo, no se dispone de perfiles de mortandad y faltan aún estudios arqueozoológicos y tafonómicos, que nos determinen los patrones de subsistencia, pero si podemos afirmar que el ciervo fue una de las especies más cazadas y mejor representada en el bestiario del arte rupestre peninsular. A través del arte rupestre y del arte mueble, los grupos humanos nos han dejado una visión de sus técnicas de caza y una representación de la fauna reinante. Las diferentes técnicas estilísticas utilizadas sobre superficies duras, en las paredes de las cuevas, pero también sobre huesos (costillas, omoplatos…) han servido de soporte de grabados y pinturas. Buena representación de este arte mueble, lo tenemos en la cornisa cantábrica.

Referencias:

-J. Altuna, 1990: La caza de herbívoros durante el Paleolítico y Mesolítico del País Vasco.

-V. Villaverde y M. Pérez Ripoll, 2010: Los estudios arqueozoológicos y tafonómicos en los yacimientos del Paleolítico Medio y Superior de la región Mediterránea Ibérica.

Cuadrícula de registro arqueológico con gran cantidad de restos óseos de ciervo, en la cueva del Mirón (Cantabria), nos facilita una valiosa información bioestratigráfica, del tipo de bosques donde habita.

 
Recreación de un collar con caninos de ciervos y un incisivo de caballo.

Bastón de mando de la cueva del Pendo con representación de un ciervo.