En las sociedades del Paleolítico,
los análisis de la fauna, considerados bien en un sentido económico como
ecológico, nos permiten reflexionar sobre los modos de vida de las sociedades
cazadoras, con un carácter más amplio, y comprender mejor su evolución. Nuestra
reflexión se centrará en el estudio del ciervo, como actividad cinegética, que
ha servido de base económica a los grupos humanos, desde la Prehistoria hasta
nuestros días, con el objetivo de llevar a cabo sus tareas de producción.
Los
dos post anteriores, sobre la caza
del ciervo, nos ha servido para introducirnos en las prácticas cinegéticas, de
las sociedades cazadoras-recolectoras.
Los grupos humanos, durante el
Pleistoceno, tuvieron una economía depredadora, que dependían de los recursos
del medio ambiente. En el Paleolítico, el mayor aporte proteico provenía de la
caza de animales; para ello utilizaron diferentes tipos de técnicas como son:
la persecución, la aproximación, el acecho, el reclamo, el ojeo y la trampa;
algunas de ellas aún vigentes en la actualidad.
La información de la caza del
animal, su traslado al campamento y su posterior despiece, nos la proporcionan
los restos óseos que se encuentran en los yacimientos, y que formaron parte de
la base alimenticia de los grupos humanos que ocuparon las cuevas o
asentamientos al aire libre, dependientes de las fases climáticas.
La aparición
de las distintas partes esqueléticas nos permite deducir la existencia de las
actividades dirigidas hacia el aprovechamiento del animal cazado y su
preparación para la alimentación (despellejamiento, descuartización,
evisceración, fracturación).
Si nos atenemos a los estudios
realizados, en la Península Ibérica, tenemos que en la Cornisa Cantábrica el
patrón de subsistencia alimenticio era bastante diversificado. Para Altuna, la caza durante el Musteriense no
se asocia a ningún taxón en concreto, no se produce todavía una caza selectiva, sino más bien, se
aprovechaba todo tipo de ungulados presentes en el territorio. Es durante las
primeras fases de los periodos Auriñaco-Perigordiense, cuando la caza, a
pesar de que sigue siendo poco selectiva,
comienza a especializarse alcanzando su máximo en el Magdaleniense. Tanto el
ciervo o la cabra, dependiendo del biotopo en que se encuentre emplazado el
yacimiento, son las especies preferidas, de estos grupos de cazadores.
En determinados
yacimientos, como Axlor, Amalda, Lezetxiki, Morín o el Pendo, la especie que
predomina es el ciervo. En esta zona, hay varias hipótesis (L.G. Straus y L.G. Freeman),
respecto a la especialización de la caza del ciervo.
Recientes investigaciones
llevadas a cabo en la cueva del Mirón (Ramales de la Victoria-Cantabria) con
18.500 años de antigüedad, por el japonés Yuichi Nakazaura, ha determinado que
los cazadores del magdaleniense a parte
del asado de la carne, utilizaban la técnica de la cocción, y parece ser que la
técnica de hervir agua era bastante generalizada, para cocer los huesos y extraer de esta forma su grasa, bien para ser consumida
directamente o se solidificaba para poder ser utilizada más tarde. Este estudio
está basado en uno de los hogares de cocina hallados en la cueva, y se han
encontrado numerosos restos cocinados de ciervo y cabra, junto a instrumentos
de sílex y cantos rodados de arenisca.
En la zona mediterránea hay que
destacar los trabajos arqueozoológicos llevados a cabo por J. Estévez, M. Pérez
Ripoll y J.E Aura. Durante el Musteriense, las especies más representadas son los
équidos, bóvidos y cérvidos, sin embargo, en los niveles Auriñaciense y Gravetiense
hay un predominio del binomio cérvido y cáprido. En general, podemos decir que
hay una continuidad en los hábitos alimentarios durante el paleolítico medio y
el superior, aunque con un cierto aumento de la presencia del ciervo, en los
niveles Magdalenienses.
Centrándonos en el sur peninsular,
según los testimonios arqueológicos de los que disponemos en la actualidad, las
estrategias de subsistencia de los últimos cazadores-recolectores nos confirman
que una de las especies más cazada, a falta de los perfiles de mortandad,
podría haber sido el ciervo, ya que está documentada en todos los periodos
culturales.
El ciervo está registrado en el
Pleistoceno Inferior, en la estratigrafía del complejo Orce-Guadix-Baza, en Venta Micena, Fuente Nueva-3, Fonelas P-1 y
en Quibas (Albinilla, Murcia) y lo mismo sucede durante el pleistoceno medio, que
se dispone de registros tanto en asentamientos estratificados en cuevas, como al
aire libre.
En concreto, en Solana de Zamborino se trata de un cazadero de tipo
estacional. En un medio lacustre se encuentra el yacimiento de Cúllar de Baza-1,
y en cuevas tenemos Cueva Horá (Darro-Granada), con presencia de ciervos.
La fauna asociada a los
tecnocomplejos Solutrense y Magdaleniense, son los periodos que cuentan con más
registros arqueológicos hasta la fecha. En las cuevas de los Morceguillos
(Lubrin, Almería) y de Ambrosio (Vélez Blanco, Almería), los cazadores utilizaron
lanzas para la caza de la macrofauna, y utilizaron la cavidad de forma
estacional, desde la primavera al otoño. En estas cuevas se daba el binomio, que
se repite en la mayoría de las cavidades de la zona, que era el ciervo y la
cabra.
También está presente el ciervo en
las cuevas del Agua y de Las Yedras (Sierra de la Alfaguara-Granada), cueva de
los Ojos (Covizjar-Granada), cueva de los Murciélagos (Zúheros-Córdoba),
Boquete de Zafarraya (Alcaucín-Málaga), cueva de Gorham´s y Vanguard (Peñón de
Gibraltar), cueva del Higueral de Motillas (Jerez de la Frontera-Cádiz) y cueva
del Higueral de Valleja (Arcos de la Frontera-Cádiz). Todas ellas fueron ocupadas por cazadores,
tanto de ciervo como de otros mamíferos, y así lo demuestran sus registros arqueozoológico.
La caza es una actividad que les
proporcionaba a estas sociedades una fuente de riqueza, donde interviene una
unidad de producción y consumo; la producción le viene determinada por una
serie de productos, unos destinados a la subsistencia y otros a la obtención y
mejora de la alimentación.
Entre los productos que se obtendrían de la caza,
aparte del aporte cárnico, tenemos: tendones, grasas, piel, huesos y cornamenta;
la piel y el cuero les servía para la elaboración de la vestimenta y el hueso,
tanto el asta como los huesos largos, se empleaban para fabricar utensilios,
herramientas y armas.
Pero sobre todo, los huesos más consistentes les
proporcionaban una buena cantidad de médula, que era una rica fuente de
proteína. Habría que tener en cuenta las
épocas con una climatología adversa, con nevadas intensas, de inviernos
duros, que haría que los rebaños de
ciervos disminuyeran, en número de individuos, por lo que el acceso a estos
animales caería en descenso. Así, vemos, por ejemplo, en algunos yacimientos
como determinadas partes anatómicas del cuerpo, que son pequeñas, como las
falanges han sido fracturadas para la extracción o absorción de la médula. Tuvo que ser un periodo de escasez en la
caza; esto lo vemos en cuevas como Higueral de Valleja, cueva Higueral de
Motilla, o en la cueva de Boquete de Zafarraya, donde las falanges de los
ciervos presentan patrones de fracturación.
En el sur peninsular no podemos
hablar de una caza selectiva del ciervo, no se dispone de perfiles de mortandad
y faltan aún estudios arqueozoológicos y tafonómicos, que nos determinen los
patrones de subsistencia, pero si podemos afirmar que el ciervo fue una de las
especies más cazadas y mejor representada en el bestiario del arte rupestre
peninsular. A través del arte rupestre y del arte mueble, los grupos humanos nos
han dejado una visión de sus técnicas de caza y una representación de la fauna
reinante. Las diferentes técnicas estilísticas utilizadas sobre superficies
duras, en las paredes de las cuevas, pero también sobre huesos (costillas,
omoplatos…) han servido de soporte de grabados y pinturas. Buena representación
de este arte mueble, lo tenemos en la cornisa cantábrica.
Referencias:
-J. Altuna, 1990: La caza de
herbívoros durante el Paleolítico y Mesolítico del País Vasco.
-V. Villaverde y M. Pérez Ripoll, 2010: Los estudios arqueozoológicos y tafonómicos en los yacimientos del Paleolítico
Medio y Superior de la región Mediterránea Ibérica.
Recreación de un collar con caninos de ciervos y un incisivo de caballo. |
Bastón de mando de la cueva del Pendo con representación de un ciervo. |
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