jueves, 8 de febrero de 2018

LA CAZA DEL CIERVO EN LA PREHISTORIA (III).



En las sociedades del Paleolítico, los análisis de la fauna, considerados bien en un sentido económico como ecológico, nos permiten reflexionar sobre los modos de vida de las sociedades cazadoras, con un carácter más amplio, y comprender mejor su evolución. Nuestra reflexión se centrará en el estudio del ciervo, como actividad cinegética, que ha servido de base económica a los grupos humanos, desde la Prehistoria hasta nuestros días, con el objetivo de llevar a cabo sus tareas de producción. 
Los dos post anteriores, sobre la caza del ciervo, nos ha servido para introducirnos en las prácticas cinegéticas, de las sociedades cazadoras-recolectoras.
Los grupos humanos, durante el Pleistoceno, tuvieron una economía depredadora, que dependían de los recursos del medio ambiente. En el Paleolítico, el mayor aporte proteico provenía de la caza de animales; para ello utilizaron diferentes tipos de técnicas como son: la persecución, la aproximación, el acecho, el reclamo, el ojeo y la trampa; algunas de ellas aún vigentes en la actualidad.
La información de la caza del animal, su traslado al campamento y su posterior despiece, nos la proporcionan los restos óseos que se encuentran en los yacimientos, y que formaron parte de la base alimenticia de los grupos humanos que ocuparon las cuevas o asentamientos al aire libre, dependientes de las fases climáticas. 
La aparición de las distintas partes esqueléticas nos permite deducir la existencia de las actividades dirigidas hacia el aprovechamiento del animal cazado y su preparación para la alimentación (despellejamiento, descuartización, evisceración, fracturación).
Si nos atenemos a los estudios realizados, en la Península Ibérica, tenemos que en la Cornisa Cantábrica el patrón de subsistencia alimenticio era bastante diversificado.  Para Altuna, la caza durante el Musteriense no se asocia a ningún taxón en concreto, no se produce todavía una caza selectiva, sino más bien, se aprovechaba todo tipo de ungulados presentes en el territorio. Es durante las primeras fases de los periodos Auriñaco-Perigordiense, cuando la caza, a pesar  de que sigue siendo poco selectiva, comienza a especializarse alcanzando su máximo en el Magdaleniense. Tanto el ciervo o la cabra, dependiendo del biotopo en que se encuentre emplazado el yacimiento, son las especies preferidas, de estos grupos de cazadores. 
En determinados yacimientos, como Axlor, Amalda, Lezetxiki, Morín o el Pendo, la especie que predomina es el ciervo. En esta zona, hay varias hipótesis (L.G. Straus y L.G. Freeman), respecto a la especialización de la caza del ciervo.
Recientes investigaciones llevadas a cabo en la cueva del Mirón (Ramales de la Victoria-Cantabria) con 18.500 años de antigüedad, por el japonés Yuichi Nakazaura, ha determinado que los cazadores del magdaleniense  a parte del asado de la carne, utilizaban la técnica de la cocción, y parece ser que la  técnica de hervir agua era bastante generalizada, para cocer los huesos y extraer de esta forma su grasa, bien para ser consumida directamente o se solidificaba para poder ser utilizada más tarde. Este estudio está basado en uno de los hogares de cocina hallados en la cueva, y se han encontrado numerosos restos cocinados de ciervo y cabra, junto a instrumentos de sílex y cantos rodados de arenisca.
En la zona mediterránea hay que destacar los trabajos arqueozoológicos llevados a cabo por J. Estévez, M. Pérez Ripoll y J.E Aura. Durante el Musteriense, las especies más representadas son los équidos, bóvidos y cérvidos, sin embargo, en los niveles Auriñaciense y Gravetiense hay un predominio del binomio cérvido y cáprido. En general, podemos decir que hay una continuidad en los hábitos alimentarios durante el paleolítico medio y el superior, aunque con un cierto aumento de la presencia del ciervo, en los niveles Magdalenienses.
Centrándonos en el sur peninsular, según los testimonios arqueológicos de los que disponemos en la actualidad, las estrategias de subsistencia de los últimos cazadores-recolectores nos confirman que una de las especies más cazada, a falta de los perfiles de mortandad, podría haber sido el ciervo, ya que está documentada en todos los periodos culturales.
El ciervo está registrado en el Pleistoceno Inferior, en la estratigrafía del complejo Orce-Guadix-Baza, en Venta Micena, Fuente Nueva-3, Fonelas P-1 y en Quibas (Albinilla, Murcia) y lo mismo sucede durante el pleistoceno medio, que se dispone de registros tanto en asentamientos estratificados en cuevas, como al aire libre. 
En concreto, en Solana de Zamborino se trata de un cazadero de tipo estacional. En un medio lacustre se encuentra el yacimiento de Cúllar de Baza-1, y en cuevas tenemos Cueva Horá (Darro-Granada), con presencia de ciervos.
La fauna asociada a los tecnocomplejos Solutrense y Magdaleniense, son los periodos que cuentan con más registros arqueológicos hasta la fecha. En las cuevas de los Morceguillos (Lubrin, Almería) y de Ambrosio (Vélez Blanco, Almería), los cazadores utilizaron lanzas para la caza de la macrofauna, y utilizaron la cavidad de forma estacional, desde la primavera al otoño. En estas cuevas se daba el binomio, que se repite en la mayoría de las cavidades de la zona, que era el ciervo y la cabra.
También está presente el ciervo en las cuevas del Agua y de Las Yedras (Sierra de la Alfaguara-Granada), cueva de los Ojos (Covizjar-Granada), cueva de los Murciélagos (Zúheros-Córdoba), Boquete de Zafarraya (Alcaucín-Málaga), cueva de Gorham´s y Vanguard (Peñón de Gibraltar), cueva del Higueral de Motillas (Jerez de la Frontera-Cádiz) y cueva del Higueral de Valleja (Arcos de la Frontera-Cádiz).  Todas ellas fueron ocupadas por cazadores, tanto de ciervo como de otros mamíferos, y así lo demuestran sus registros arqueozoológico.
La caza es una actividad que les proporcionaba a estas sociedades una fuente de riqueza, donde interviene una unidad de producción y consumo; la producción le viene determinada por una serie de productos, unos destinados a la subsistencia y otros a la obtención y mejora de la alimentación. 
Entre los productos que se obtendrían de la caza, aparte del aporte cárnico, tenemos: tendones, grasas, piel, huesos y cornamenta; la piel y el cuero les servía para la elaboración de la vestimenta y el hueso, tanto el asta como los huesos largos, se empleaban para fabricar utensilios, herramientas y armas. 
Pero sobre todo, los huesos más consistentes les proporcionaban una buena cantidad de médula, que era una rica fuente de proteína. Habría  que tener en cuenta las épocas con una climatología adversa, con nevadas intensas, de inviernos duros,  que haría que los rebaños de ciervos disminuyeran, en número de individuos, por lo que el acceso a estos animales caería en descenso. Así, vemos, por ejemplo, en algunos yacimientos como determinadas partes anatómicas del cuerpo, que son pequeñas, como las falanges han sido fracturadas para la extracción o absorción de la médula.  Tuvo que ser un periodo de escasez en la caza; esto lo vemos en cuevas como Higueral de Valleja, cueva Higueral de Motilla, o en la cueva de Boquete de Zafarraya, donde las falanges de los ciervos presentan patrones de fracturación.
En el sur peninsular no podemos hablar de una caza selectiva del ciervo, no se dispone de perfiles de mortandad y faltan aún estudios arqueozoológicos y tafonómicos, que nos determinen los patrones de subsistencia, pero si podemos afirmar que el ciervo fue una de las especies más cazadas y mejor representada en el bestiario del arte rupestre peninsular. A través del arte rupestre y del arte mueble, los grupos humanos nos han dejado una visión de sus técnicas de caza y una representación de la fauna reinante. Las diferentes técnicas estilísticas utilizadas sobre superficies duras, en las paredes de las cuevas, pero también sobre huesos (costillas, omoplatos…) han servido de soporte de grabados y pinturas. Buena representación de este arte mueble, lo tenemos en la cornisa cantábrica.

Referencias:

-J. Altuna, 1990: La caza de herbívoros durante el Paleolítico y Mesolítico del País Vasco.

-V. Villaverde y M. Pérez Ripoll, 2010: Los estudios arqueozoológicos y tafonómicos en los yacimientos del Paleolítico Medio y Superior de la región Mediterránea Ibérica.

Cuadrícula de registro arqueológico con gran cantidad de restos óseos de ciervo, en la cueva del Mirón (Cantabria), nos facilita una valiosa información bioestratigráfica, del tipo de bosques donde habita.

 
Recreación de un collar con caninos de ciervos y un incisivo de caballo.

Bastón de mando de la cueva del Pendo con representación de un ciervo.



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