Los ríos Tajo y Tiétar han sido
protagonistas en los asentamientos de los primeros pobladores de estas tierras,
por la riqueza de sus bosques. Los testigos de estos grupos humanos están presentes
en las terrazas de sus ríos y en las pinturas rupestres de sus cuevas y
abrigos; la zona acoge más de cien cavidades con arte rupestre.
El abrigo del Castillo es la
única cavidad donde podemos visualizar la evolución del arte en el suroeste
peninsular a partir de la diversidad de tipologías de las figuras y la
superposición de elementos que se documentan en los diversos paneles que
configuran la panorámica de las escenas de la cueva.
La oquedad alberga ocho paneles
figurados en tres unidades gráficas, que se distribuyen desde la zona más
exterior hasta la zona más profunda del abrigo, aprovechando los lienzos de la
pared rocosa, y donde plasmaron una serie de figuras geométricas cruciformes,
ramiformes e idemorfo indefinido.
Se accede al abrigo por un
sistema de escalera tramex, por su vertiente de solana, desde dónde se
contemplan unas bonitas vistas al río. El farallón tiene forma de embudo
profundo y con forme avanzas se va estrechando, se hace difícil el acceso. Se
ha configurado por la acción de la erosión que al actuar sobre las diaclasas se
ha ido desgajando donde los bloques de roca han caído y se ha formado la oquedad.
Sobre éste farallón cuarcítico se ha construido el castillo.
La cueva fue descubierta en 1970,
por dos maestros nacionales de la localidad de Torrejón el Rubio (Cáceres), que
detectaron la existencia de algunas representaciones rupestres en el interior,
convirtiéndose en uno de los enclaves con pinturas rupestres postpaleolíticas
más adelantadas de la provincia. En un principio fueron estudiadas por Soria
Sánchez en 1972 y por Beltrán Lloris. Pero los estudios en profundidad no se
llevaron a cabo hasta 1999-2002, por un equipo interdisciplinar de la
Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura.
La importancia de esta cavidad
reside en la variedad cromática y tipológica de su arte. Los motivos se
caracterizan por los diferentes grados de simplificación y aparecen asociados.
En las pinturas están presentes el trazo grueso que se ha realizado con los
dedos en color rojo y con un trazo fino que se han realizado con pinceles en
tonos oscuros. En base al color, técnica y composición las pinturas fueron
realizadas en diferentes momentos. Su cronología abarca desde el Epipaleolítico
hasta Edad del Hierro.
Hay un conjunto de puntos que son
muy llamativos y típicos del arte esquemático de la zona, se trata de un conjunto
de puntos, regularmente dispuestos en alineaciones verticales y paralelas entre
sí.
Pero sin duda el panel mejor
conservado y más representativo del abrigo se encuentra al fondo de la cavidad.
Donde se observa una superposición de figuras de antropomorfos de trazo grueso
en la parte superior donde se representa un gran cérvido que se caracteriza por
su naturalidad y detalles anatómicos, se puede fechar en una etapa epipaleolítico,
donde los animales se caracterizan por su gran tamaño. Otro de los animales que
aparece representado en el bóvido por el tipo de cornamenta, lo que nos denota
que estos grupos ya eran ganaderos. Hay un segundo momento en la composición
que se caracteriza por una serie de antropomorfos realizados con trazo grueso y
tonalidad anaranjadas que corresponden con el arte rupestre del
neolítico-calcolítico. En la Edad del Bronce es la época que más actividad pictórica
tuvo la cueva, y en su última fase la del Hierro son las realizadas con un
pincel y figuras muy finas realizadas en negro, se trata de una grafía que
corresponde con la denominada escritura del suroeste y se puede fechar en los
s. V o IV a. C.
En la zona de la izquierda
destaca un grupo de tres antropomorfos y otro de cinco, realizados en trazos
finos y de tonalidades más oscuras, en la que se observan tocados, diferencias
de sexo y elementos a la cintura que puede establecerse una connotación de
estructura jerarquizada donde, posiblemente, se realizaría dentro de un orden
ritual o simplemente una jerarquización de género. Es un espacio muy
interesante para explicar el cambio cultural en su tránsito del paleolítico al
neolítico hasta llegar a la Edad del Hierro, con la escritura.
Referencia:
-Rivero de la Higuera, M. C.,
1972: Nuevas estaciones de pintura rupestre esquemática en Extremadura. Zephyrus, XXIII-XXIV. Salamanca.
-Soria Sánchez, V., 1972:
Recientes hallazgos arqueológicos en Extremadura. Revista de Estudios Extremefíos, XXVIII, nº 2. Badajoz.
-García, J. J & Collado, H., 2006: La Cueva del Castillo de Monfragüe. Guía Arqueológica de Extremadura 5.
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