lunes, 10 de noviembre de 2014

ZOOARQUEOLOGÍA: Las hienas

Los adjetivos, más comunes, con los que siempre nos referimos a estos animales son los de repugnante y rastrero, que les vienen atribuidos por su aspecto físico;  su cariz rastrero es porque sus patas traseras son más cortas que las delanteras, unido esto al talante de su pelaje, provoca una cierta repugnancia con sólo escuchar su nombre. Sin embargo, poseen unas cualidades excepcionales como son la fuerza de sus mandíbulas, para triturar huesos, y su inteligencia.
Las hienas pertenecen a la familia de Hyaenidae, por su filogenia son cercanos a los félidos, con los que se les trata de afiliar, y también se les asocia a los cánidos, sin embargo, son mamíferos carnívoros separados, con su propia evolución en el reino animal.
Hay una gran variedad de hiénidos, que han poblado Eurasia, que van desde la Adcrocuta, pasando por la Protictitherium, Chasmaporthetes hasta la Pachycrocuta y Crocuta, estas últimas presentes en la Península Ibérica. 
La primera especie que hace su aparición en la Península, durante el Cuaternario, es la Pachycrouta brevirostris, su registro fósil, se extiende durante el pleistoceno inferior - medio, su tallaje es el más grande de las especies de hienas, podían pesar alrededor de los 150 kg y con una altura de un metro.
Las podemos considerar como la especie más depredadora, de la megafauna de la época, por la fuerza que transfiere sus mandíbulas que podían triturar los dientes y los huesos más duros de sus presas (cráneos, mandíbulas, patas..), así como, los huesos de animales, de gran tamaño, como elefantes, rinocerontes, etc.

Reconstrucción de un cráneo de hiena gigante de Jordi Mestre

Debido a su corpulencia no eran animales ágiles, de ahí, que no se les considerasen cazadores, sino, más bien carroñeros, competían con los demás carnívoros por las presas abatidas y, posteriormente, transportaban los restos de los herbívoros a sus cubiles, para alimentar a sus crías, y como disponían de unas potentes mandíbulas trituraban las extremidades para obtener la médula. Sus dientes y mandíbulas podían cortar perfectamente la carne y posteriormente triturar sus huesos, pero además, estos animales tienen su sistema digestivo bastante desarrollado para sus menesteres, sus ácidos gástricos son tan fuertes que pueden digerir sus presas enteras para regurgitarlas posteriormente, como los pelos, cuernas, pezuñas…  Como vemos, son bastantes selectivas y comen animales, en mal estado, que tampoco les afectan mucho a su sistema bacteriano, por lo que son unas estupendas carroñeras y limpiadoras de ecosistemas.


Esta especie está representada en varios yacimientos, uno de ellos, es Venta Micena (1,5-1,6 Ma) que se generó en un entorno de charcas, en las inmediaciones de un lago salobre y poco profundo, que cubría una gran extensión de la cuenca de Baza. Dada las características del terreno se han podido conservar los restos esqueléticos de las presas cazadas, por los grandes carnívoros, que posteriormente han sido carroñeados, por las hienas.
Debido a los trabajos llevados a cabo, en el yacimiento, se ha podido determinar que estos animales han sido los responsables de generar esta acumulación de restos fósiles y gracias a los estudios tafonómicos y biomecánicos, realizados por B. Martínez y P. Palmqvist, hoy día, podemos conocer sus dimensiones corporales y hacernos una idea de su morfología corporal, debido a que es una especie extinta en los ecosistemas actuales. Cerca de Venta Micena, se encuentre el yacimiento de Fuente Nueva 3, también en Orce (Granada), estudios recientes han determinado la competencia entre hienas gigantes y homínidos  por el aprovechamiento de un cadáver de hembra de elefante (Mammuthus meridionalis), según la interpretación de los autores del estudio, encabezado por Espigares en 2013, el animal había muerto a la orilla del pantano y los homínidos fueron los primeros en apropiarse de las extremidades y cráneo. Las hienas hicieron su aparición, posteriormente, donde terminaron de triturar el resto de la carcasa. Lo que se determina un comportamiento competitivo entre homínidos y hienas.


Otro de los yacimientos paleontológicos, del Plioceno-Pleistoceno, con registros de Pachycrouta brevirostris, de excepcionales características es el de Fonelas P-1 (Granada), estudiado por A. Arribas, que se formó en un medio sedimentario fluvial, de meandro abandonado, y representa un comedero al aire libre, de las  hienas, según se desprende de los estudios tafonómicos.
También, en este mismo enclave, en el yacimiento de Fonelas SCC-1 se han registrado asociados las dos especies de carnívoros carroñeros la Pachycrouta brevirostris y Hyaena brunnea, hiena parda, con una antigüedad de 2,00 Ma. Según análisis de A. Arribas, la Hyaena brunnea es la única especie conocida durante el Plio-pleistoceno en toda Eurasia, sólo hay registros en África.
En general, podemos decir que, la Pachycrouta brevirostris está presente en Europa, hasta el Pleistoceno medio (0,5 Ma), y en la Península se registra en yacimientos como Venta Micena (Granada), Fonelas (Granada), cueva Victoria (Murcia), Pontón de la Oliva (Madrid), Casa Blanca (Castelló).
Durante el Pleistoceno inferior-medio hace su aparición en el continente europeo la Crocuta crocuta, hiena manchada, caracterizada por una dentición más pequeña y son, ya, unas cazadoras eficaces. Prácticamente, esta especie se encuentra extendida por casi toda la Península, aunque en la zona cantábrica desaparece antes del Paleolítico Superior, no obstante, en algunos yacimientos de la zona Norte y Andalucía permanecen hasta el Solutrense y Magdaleniense. También, comparte territorio con la Hyaena hyaena, hiena rayada, que es más pequeña que la hiena manchada, en la Península también está extinta, pero se extiende en la actualidad por África e India. A raíz, de la presencia de estas especies, durante el Pleistoceno europeo,  entra en juego nuevas pautas en los modelos de subsistencia de los grupos de cazadores, con los hiénidos, que coincidieron en un territorio. Hoy día, con los registros de que disponemos, se puede determinar la coexistencia en un mismo territorio de  hiénidos y humanos. También se puede llegar a  determinar cuál ha sido el agente acumulador de los restos óseos presente en un yacimiento, que hasta ahora, había sido poco estudiado. Con los nuevos hallazgos se van planteando diferentes hipótesis de trabajo, una de ellas, es la alternancia en el espacio de ambos agentes, en otros registros, por ejemplo, se puede observar la posición de cada uno de ellos en la cadena trófica. Uno de los trabajos llevados a cabo, en este campo, ha sido el de A. Rodríguez, en la cueva de Maltravieso (Cáceres), donde se plantea dos hipótesis: bien que los Neandertales entrasen en la cavidad directamente a cazar las hienas, en concreto la Crocuta crocuta, para posteriormente ser comidas, como lo atestigua la presencia en el registro de marcas de carnicería, o bien que los Neandertales cazasen y comiesen el cuerpo de las hienas cerca de Maltravieso y los resto llegasen a la cavidad arrastrados por otros carnívoros. Pero hasta que los trabajos, en la cavidad, y las investigaciones no prosperen, no se podrá determinar quiénes fueron los primeros competidores en los ecosistemas, y se desmitificará el hecho de que las hienas eran los grandes competidores, en la cadena trófica.


En la Península tenemos registro fósil de Crocuta crocuta, en los yacimientos de Atapuerca (Burgos), cueva de Maltravieso (Cáceres), Valle de Lozoya (Pinilla del Valle, Madrid), sima de Abraham (Pliego, Córdoba), Cueva de la Griega y Cueva Puerta de la Villa (Segovia).
Durante el Pleistoceno Superior tenemos la Crocuta crocuta spelaea, conocida como hiena de las cavernas, fue la última población de esta especie que pobló la Península, desaparecen en Europa Occidental entre 14.000 y 11.000 años. Su desaparición viene precedida, de cambios climáticos que llevo parejo la desaparición de las praderas. En España está registrada en los yacimientos de Carihüela (Granada), Cueva de las Ventanas (Granada), Cova Negra (Valencia), Abric Romaní (Barcelona), cueva del Reguerillo (Madrid), Cueva de la Zarzamora (Segovia), Cueva Los Casares (Guadalajara).
Cada día, se va ampliando el número de registros con presencia de estas especies, y gracias a los estudios arqueozoológicos, se plantean nuevas hipótesis, sobre una  ocupación alternativa de algunas cavidades, tanto por parte de los hiénidos como antrópica. Hay determinados yacimientos, que se pueden determinar tanto por la industria lítica como por la marcas de corte, en los restos óseos, de unas pautas de comportamiento en la subsistencia de las sociedades cazadoras que coincidieron en un  territorio con estos carnívoros. Sin embargo, hay que valorar bien los registros, ya que, bien por ausencia de datos en los yacimientos arqueológicos o bien por la formación de palimpsestos en los depósitos se da lugar a una serie de interpretaciones erróneas.
En general, podemos determinar que las poblaciones de hienas se extendieron por la Península Ibérica, desde el Plioceno hasta bien pasado el Pleistoceno Superior, como nos lo demuestran los registros fósiles. Gracias a los estudios arqueozoológicos y tafonómicos, hoy día, podemos conocer el comportamiento de estos animales extintos, que fueron los responsables de la formación de una inmensa mayoría de yacimientos paleontológicos, como lo atestiguan las concentraciones de restos óseos, hallados en los cubiles, que nos ofrecen las mejores representaciones de la diversidad faunística, durante todo el Plio-Pleistoceno y bien entrado el Holoceno en la Península.

 
Reconstrucción de una familia de hienas gigantes prehistóricas. UG.



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