Los
restos óseos de animales, recuperados en los yacimientos arqueológicos,
contienen una excelente información sobre las condiciones ambientales,
culturales, climáticas, estudio de dietas, etc., de las sociedades del pasado.
Pero para llegar a revelar esta información es necesario un conocimiento
preciso por parte del especialista, de cada grupo animal que esté estudiando.
Normalmente,
cuando se realiza una excavación arqueológica, se suele extraer material muy
diverso, dependiendo de la cronología del yacimiento, de la funcionalidad del
mismo, de su tipología o de su duración y regularmente los restos óseos suelen
estar presente, en la mayoría de los casos.
Dentro
de esta infinidad de posibilidades, de recuperar los restos óseos de diferentes
especies, algunas de estas han perdurado hasta nuestros días, y otras,
pertenecen a animales vertebrados ya extintas, relativas sobre todo al
cuaternario.
Pero
estos restos se encuentran, en la mayoría de los casos, fragmentados o
fracturados y sólo disponemos de pequeñas esquirlas o partes anatómicas para su
identificación, por lo que a veces, es difícil determinarlas. Una de las
herramientas que utiliza el arquezoólogo/a, para su identificación, son las
colecciones de comparación, que nos sirven de referencia para clasificar los
restos óseos del yacimiento en estudio. Como dice Arturo Morales, ante la
imposibilidad de identificar todos los restos de fauna, en una muestra, no
conlleva el considerar más deficiente la labor del analista, ya que, en la
mayoría de los registros se suele tener huesos fáciles, medianamente
complicados, difíciles e imposibles de identificar.
Para éste último caso, tenemos las colecciones
paleontológicas, que las podemos encontrar en varios sitios, uno de ellos son
los museos de Ciencias Naturales, que suelen tener más que nada colecciones
paleontológicas, compuestas por restos de fauna prehistórica y una de las
funciones de estos centros, es la de conservar y gestionar sus colecciones
paleontológicas, de forma que puedan ser accesibles a cualquier investigador/a
que lo solicite.
Otra
forma de disponer de ellas son los laboratorios de zooarqueología que se van
formando a través de los departamentos de Prehistoria, en las diferentes
facultades, y suelen disponer de colecciones de comparación o de referencia,
que conservan esqueletos de especies actuales y también huesos hallados en los
sitios arqueológicos.
Estas
colecciones de comparación proceden de carcasas de animales recientes recogidas
en el campo, también se consiguen a través de centros zoológicos; y se ordenan
en base a una catalogación, que suele ser familia, género, especie y
procedencia, cada centro establece su registro.
Los
grandes centros de investigación, en el campo de la arqueología, como pueden
ser París, Londres, Múnich, disponen de unas excelentes colecciones en su
mayoría procedentes de sus colonias. Sin embargo, en España no empezaron a
formarse hasta la década de los 60, del siglo pasado, ante la necesidad de
estudiar los restos óseos faunísticos procedentes de las excavaciones que se
estaban llevando a cabo.
En
nuestro país, la colección osteológica más importante que existe es la del
Laboratorio de Arqueozoología de la
Sociedad de Ciencia Aranzadi en San Sebastián, está formada en su mayoría por
esqueletos de toda la fauna ibérica actuales y las que existieron en la fases
glaciares del cuaternario, en sus diferentes edades, también cuenta con
animales nórdicos, de la estepa asiática, y animales africanos. Conjuntamente a
esta colección de vertebrados, también, existe una amplia colección de aves,
micromamíferos y malacofauna. Posteriormente se han ido formando otros, que ya
hablaré en otra entrada, de estos laboratorios zooarqueológicos.
Estas
colecciones de comparación son de gran
ayuda a la actividad científica, que se esté desarrollando, ya que, aportan
nuevos instrumentos y métodos de análisis en el estudio de los restos de fauna.
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