Uno de
los slogans con los que se presenta Santander
es el de Cantabria Infinita, por la diversidad de parajes que conserva,
y entre ellos se encuentra la cantidad de cuevas prehistóricas que se han
preservado hasta nuestros días.
En
pleno valle de Camargo, en la localidad de Escobedo, se localiza la cueva El
Pendo, ha sido una de las primeras cuevas descubierta en la cornisa cantábrica
y fue declarada Patrimonio de la Humanidad, en 2008.
Esta
cueva se formó durante miles de años, el arroyo que recorre la sierra del
Peñajarao fue erosionando la roca del farallón calizo donde se abre la gruta,
abriéndose paso y confirmando un conducto subterráneo por lo que las aguas
superficiales de escorrentía alcanzan el nivel freático.
Posteriormente,
los estratos de caliza dispuestos de forma horizontal fueron desplomándose, y
los grandes bloques que cayeron desde el techo y paredes fueron sepultando el
suelo de ocupación. Todo este proceso geológico ha dado lugar a una oquedad con
una amplia boca y un vestíbulo extenso.
Esta
cavidad fue descubierta por Marcelino Sanz de Sautuola, que era muy aficionado
a la arqueología, y en los años 1870 al 1880 se dedicó a explorar las tierras
de Santander en busca de los orígenes de sus habitantes. Y encontró la cueva El
Pendo, donde descubrió un gran número de restos óseos que algunos de ellos estaban tallados, así
como, restos de dientes de animales y objetos de pedernal tallado. Durante
varios años se realizaron varios sondeos y catas, pero fue con el arqueólogo
Hermilio Alcalde del Río, en 1907, quién realizó la primera referencia
estratigráfica de la cueva y también quién descubre los primeros grabados, en
concreto lo que se estima un ave en la parte más profunda de la cavidad y un
posible caballo.
Han
sido muchas las intervenciones que se han llevado a cabo tanto dentro como
fuera de la cavidad, y han sido varios los equipos que han trabajado, entre los
que destacan los dirigidos por los arqueólogos Jesús Carvallo y Larín, Julio Martínez Santa
Olalla y Ramón Montes. Por eso, la cueva El Pendo, es uno de los yacimientos
más citados en la historiografía arqueológica de la Península Ibérica. Sus
numerosas intervenciones han dado para publicar tres monografías y numerosos trabajos: La primera de ellas fue
publicada por el padre Jesús Carvallo y Larín, en 1933, fue seguida por la
llevada a cabo por J. González Echegaray, en 1957 y la tercera por Ramón Montes
y Juan Sanguino, en 2001, que viene a dilucidar los últimos hallazgos.
La
secuencia estratigráfica que abarca la cueva del Pendo es del Paleolítico Medio
hasta la Edad del Bronce, que comprende desde hace 84.000 años hasta 1.500 años
atrás. Los primeros habitantes de la cueva fueron los neandertales, que
ocuparon las cuevas como lugar de hábitat. De sus ocupaciones han quedado miles
de restos acumulados en depósitos de hasta 5 metros. A través de ellos sabemos
que los neandertales fabricaban utensilios sobre sílex obtenidos de sus
alrededores. La caza de caballos,
bisontes, ciervos y la recolección de frutos silvestres eran la base de su
subsistencia. Del ciervo el Homo sapiens
aprovechaba prácticamente todo, a parte de su carne, los huesos y astas les
servían para la elaboración de bastones de mando, azagayas, arpones perforados,
espátulas y agujas para coser.
El
valor arqueológico de la cueva El Pendo, en un principio, fue por su registro
arqueológico y de arte mueble. No fue hasta la campaña de 1997 llevada a cabo
por los investigadores Sanguino y Montes cuando un miembro del equipo (el
topógrafo) percibió la presencia de unas pinturas en la parte profunda de la
cavidad, en concreto en un amplio panel de 15 a 20 metros de ancho, estaba cubierto
de suciedad y gran cantidad de líquenes. Tras una fase de limpieza y
restauración se descubrió lo que posteriormente sería conocido como “Friso de
las Pinturas”.
Ese
gran mural comprendía una decena de ciervas, cabras, caballos, zoomorfos
indeterminados y signos y trazos pintados. La técnica utilizada es la del
punteado en pinturas hechas con el tampón y dedo con pigmento de oxido de
hierro de color rojo.
Podemos
considerar que, en la cueva El Pendo, se da una concentración de figuras
parietales de características técnicas y estilísticas muy similares a la que se
encuentran en la cueva de Covalanas.
Pero
quizás, la riqueza de la cueva esté en su arte mobiliar. El valor de las piezas
encontradas no tiene ningún otro referente en toda Europa; hablamos de bastones
de mando perforados de una gran finura y laboriosidad a la hora de trabajarlos.
Así como, una rica colección de objetos grabados en hueso y asta, tales como
arpones, azagayas, bastones perforados agujas y espátulas. Hay una rica
variedad de animales representados en estos objetos como serpientes, cabras,
peces, etc, que nos pone de manifiesto la capacidad de observación que tenían
estos grupos humanos y el realismo que derrochaban a la hora de plasmarlo.
Durante
este mes de septiembre se llevará a cabo la primera excavación realizada con un
equipo multidisciplinar del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y
Evolución Social y el Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas
de la Universidad de Cantabria y estará dirigido por Edgard Camarós, junto a los codirectores del proyecto, Pablo Arias y Marian Cueto.
El
objetivo de este proyecto es investigar los procesos evolutivos y el
comportamiento del Homo Neandertal y del Homo sapiens sapiens.
Entrada a la cueva. |
Vestíbulo principal. |
Esplacnocráneo infantil de Homo sapiens. Magdaleniense Inferior. |
Venus del Pendo. |
Algunas de las azagayas decoradas, arpones de una hilera de dientes, matrices óseas para agujas, agujas con ojo, punzones, punzón decorado con incisiones. Magdaleniense. |
Hueso con representación de caballo. Magdaleniense Superior Final. 13.000-11.500 BP. |
Bastón de mando. |
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