La palabra castro nos viene del
latín castrum (fortaleza) y es
definido como poblado fortificado en la Iberia prerromana. Normalmente, cuando
pronunciamos la palabra castro la asociamos a Galicia, como una seña de
identidad, pero esta cultura se extiende a todo el noroeste de la Península
Ibérica, norte de Portugal y cada vez más las investigaciones nos aportan
evidencias de esta cultura en el mediterráneo. Es ostensible una personalidad
atlántica pero también llena de múltiples matices.
Uno de estos poblados fortificados es el de Romariz, que se
encuentra en el concejo de Santa María da Feira, perteneciente al distrito de
Aveiro, en la parte norte de Portugal. En esta pequeña población se halla uno
de los castros mejor conservados de la comarca del Duero y Voga y data del s. V
a. C (última fase del Bronce Final), con unos niveles de ocupación hasta el s.
I d. C.
Este castro, se sitúa en un lugar estratégico como es el
Monte Crasto, con una elevación de 375 m, y está clasificado como Bien de
Interés Público, desde 1945. El área edificada del poblado ocupaba lo que era
la meseta superior, y estaba rodeado por una muralla de unos 5 metros de grosor,
que protegía principalmente el sector oeste, digamos, el lado más indefenso. Esta
muralla quedó reforzada por una segunda línea de murallas, complementada al
oeste/suroeste por una fosa de 5 metros de longitud, para reforzar toda esta
zona del poblado de posibles ataques.
A raíz de un descubrimiento de unos denarios republicanos a
principios de 1843, se llevó a cabo unas intervenciones en el castro, bajo la
dirección del entonces alcalde José Correira, y se pusieron al descubierto 16
casa circulares.
Posteriormente, el párroco local de Romariz, Manuel Fernández
Santos, puso en conocimiento nuevos hallazgos y bajo la dirección de Alberto
Souto, que era director en aquella época del Museo de Aveiro, se llevaron a
cabo una serie de intervenciones, entre los años 1942 al 1946, y con el apoyo
del municipio de Santa María da Feira, se descubrió una parte considerable de
las estructuras actualmente visibles.
Después de unos años de inactividad, el trabajo arqueológico
se reanudo en 1980, bajo la dirección de Armando Coelho y Rui Centeno, profesores
de la Universidad de Oporto que llevaron a cabo una serie de campañas de
excavación en los años 1980, 1981, 1982, del 1990 al 1994 y 2003.
Estos trabajos realizados permitieron identificar las
distintas fases de la ocupación protohistórica y romana de este lugar, con
niveles de ocupación hasta el s. I d. C. Este marco cronológico y cultural del
poblado ha permitido conocer su importancia en el contexto de la cultura
castreña del noroeste peninsular. El poblado consta de 22 viviendas circulares
y 6 rectangulares, de mampostería granítica de la zona, y de un patio empedrado
y dispuesto a lo largo de una calle. Según el estudio de materiales se
determinan diferentes niveles de ocupación.
Entre su registro, se han encontrado numerosos tipos de
cerámicas, materiales líticos, vidrios, metales, monedas, epígrafes, un
conjunto destacado de cerámicas indígenas, púnicas, griegas y romana. La
presencia de monedas (denarios de plata) nos indica que este castro tenía un
considerable desarrollo social y económico, lo que nos revela que mantuvieron
intercambios comerciales. Estas monedas fueron emitidas entre el 157-156 a. C y
74 a. C; además de piezas de oro y plata que vienen a determinar la ocupación
de la zona durante la época tardorromana.
La marcha de la población del castro, se produce a finales
del s. I, motivada posiblemente por un cambio en los modos de vida de este lugar,
que preferían las partes bajas con mejores condiciones del terreno, para los
trabajos agrícolas y ganaderos. Algunos habitantes permanecieron en los
alrededores del poblado, por los menos, hasta finales del s. IV o hasta el
colapso del dominio romano en Hispania.
Respecto a la naturaleza de los castros aún hay muchas controversias entre los investigadores, pero poco a poco, y gracias a los trabajos de campo, muchos de los paradigmas respecto a la cultura castreña van viendo la luz. En estas dos últimas décadas hemos asistido a la renovación técnica y metodológica de las intervenciones, actualizando las técnicas de registros e interpretación. La arqueología referida a la cultura castreña ha cambiado en consonancia con los tiempos, pero muchos de sus problemas siguen sin resolverse.
Referencias:
-Ferreira da Silva, A. C., 1986: “A Cultura Castreja no noroeste de Portugal: hábitat e cronología”. Portvgalia: Revista de Arqueología do Departamento de Ciências e Técnicas do Patrimonio da FLUP, pp: 121-129.
- - Castro
Pérez, L., 2010: “Veinte años de investigaciones sobre la Cultura Castrexa
(1988-20089.” Minius, 18: 9-36.
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